Sor Matilde se sube nuevamente al altar y,
tomando posesión del micrófono, repite:
-
Os ruego a todos silencio
para que la celebración tenga éxito.
Me muevo inquieto en el banco de madera. Mi
banco chirría cuando me muevo. Miro mi reloj impaciente. Veo a Eva de espaldas,
en la segunda fila. Lleva un vestido verde.
Una veintena de niñas están bien alineadas
con sus vestidos blancos en el altar. Reina un ambiente de respeto y
silencio,... aparte de las intervenciones de Sor Matilde. En el altar hay
muchas flores, todas blancas. Huele a algo que podría ser incienso, y el
silencio casi se oye. La pompa y el boato se pueden tocar.
Los bancos y los sillares laterales estaban
asignados a cada persona previamente con su nombre en un papel en el asiento.
Se nota que alguien se ha tomado la molestia de analizar en qué posición los
padres de cada niña la verán mejor durante el evento.
La responsable de catequesis está situada
de pie, al lado del altar, y va marcando con sus brazos los tiempos y lo que
tiene que hacer cada niña en cada momento. Las niñas la miran a ella casi todo
el tiempo disimuladamente, para no equivocar ni un detalle de lo que han estado
ensayando durante meses.
La ceremonia se desarrolla en silencio.
Ahora, cada niña se mueve desde su puesto hasta el micrófono para leer algo que
lleva escrito en un papel. Intervención salpicada por el ruido del disparador
de la cámara de fotos del fotógrafo oficial, único con el permiso de Sor
Matilde para hacer fotos. Algunas abuelas y familiares muestran un sentimiento de orgullo de forma tan
incontenible que casi hace necesaria la intervención de Sor Matilde.
El fotógrafo lleva corbata. En general casi
todos los hombres la llevan y las mujeres van bien arregladas. ¡Es necesario
respetar la etiqueta!
El tiempo pasa más lentamente de lo que
pensaba. Puedo distraerme con el escenario; el cuidado de las formas que se ve
en todas partes, y me pregunto si es necesario algo más para hacer que cosas
como esta tengan éxito. Pero acabo
fijándome en el vestido verde de Eva y en su pelo pelirrojo, y me
pregunto qué pasará al final.
El sacerdote se despide, el solemne acto se
está terminando. La responsable de catequesis sonríe muy satisfecha porque
ninguna niña se ha equivocado.
Otra vez siento la dureza de mi banco. En
mi reloj han pasado 53 minutos. Veo que Eva, con su vestido verde y su marido,
están saliendo por el pasillo central de la iglesia, nos cruzamos una
disimulada mirada. Estoy seguro de que no seré capaz de actuar normalmente si tenemos
que hablar pero, gracias a dios, me llevan hasta la responsable de catequesis
que sabe en dónde está nuestra hija, y a felicitarla por cómo se ha
desarrollado todo.
Sor Matilde, igual que todos los años, sube
a apoderase de nuevo del micrófono:
-
Quiero agradecer a todos el
silencio y respeto demostrados, sin los cuales esta ceremonia no habría tenido
este éxito.