Ayer oí una teoría que, si no es por el interlocutor,
descartaría por imposible de aplicar. Mi compañero de cena abogaba por
compartir un bien preciado y limitado ahora: el trabajo.
Por una parte el escenario soñado por los sindicatos: el
pleno empleo y contemplar como una
desgracia pagada entre todos no tenerlo, y de otra tratarlo como un bien
escaso, poniendo al servicio de su reparto el dinero del actual desempleo.
Estamos en un tiempo en el que la ideología poco tiene que
ver con la realidad y su alteración. La fuerza/impulso de nuestras ideas de
juventud ya no es un motor y está agotado. La persecución de utopías, la
seguridad ante un futuro de igualdad universal, la confianza en la capacidad
del género humano para perseguir el desarrollo, la innovación, la generación de
retos, la existencia de minorías contrarias,…. Estamos en la misma situación
que viven las hormigas cuando el oso hormiguero ataca su hormiguero, no
entendemos nada, algo de una dimensión diferente está pasando.
Estoy tan alejado de las afirmaciones que he oído
últimamente, que achacan al actual partido en el gobierno acciones para
conseguir ideológicamente lo que querían, como si la crisis fuera un invento de
Zapatero; como de las que, en su momento, le achacaban a él su mera existencia.
Estoy muy de acuerdo en que cualquier solución, (por cierto,
ninguna solución que pueda imaginar contempla repetir la situación de bienestar
anterior), vendrá de un cambio rotundo, ya sea en el punto de vista, ya sea de un
análisis tan “revolucionario” como el que plantea mi amigo.
Ahora tenemos a Hollande que actuará como contrapeso de la
segura y radical Merkel. Si vas a USA verás la cantidad de obra pública en
construcción que contradice 180 grados la doctrina europea. Recuerdo la defensa
de Felipe González de la necesidad de déficit para el progreso. Recuerdo la
última época de Solbes y la primera de Rato agarrándose al déficit cero casi como
una religión ¿dos personas inteligentes pueden tener ideas contrarias y aún así
no estar totalmente equivocados? ¿Alguien está equivocado? ¿Se trata de darle
la vuelta a la vara que controla los designios de nuestra historia?
Tengo opiniones acerca del planteamiento de mi amigo. Esas
opiniones se desarrollan desde la altura del barro, de ver lo que parece ser
una realidad: el trabajo en un bien escaso. Y desde el barro hay dos opciones:
o lo repartimos como decía mi amigo, o creamos más. Yo creo que esto último no
sería tan difícil, aunque sí lento.
¿Más trabajo? En
nuestro mundo viven unos 7.000 millones de almas. Solamente una pequeña
parte, ¿1.000 millones?, vivimos en crisis, con nuestro progreso, nuestro
estado del bienestar y nuestras infraestructuras impagadas. Los problemas del
resto de gente poco tienen que ver, están mucho más abajo en la pirámide de
Maslow. Creo que le llamamos dumping social a la capacidad de trabajar con
menor coste. El trabajo barato se aleja de nuestras fronteras apoyado por lo
que nuestra civilización ha conseguido: “transportar los productos del trabajo
a bajo coste”, la logística global.
También tengo ideas, que no opiniones, si planteamos el
problema actual como la crisis de un sistema, al cual solamente encontraríamos
soluciones mejorando o cambiando el sistema. Busquemos el punto de vista del
oso hormiguero, cambiemos de dimensión. Devolvamos algo de protagonismo a la
ideología.
¿Qué nos falta para
que la ley física de los vasos comunicantes atraiga al resto del mundo a buscar
lo que USA y Europa han conseguido y hacer más difícil el dumping social? Pues
yo creo que lo mismo que nos separa de volver a tener una crisis como la actual,
probablemente para los hijos de mis nietos, después de un periodo de
prosperidad sin precedentes.
Con el paso del tiempo, los mercados se están haciendo cada
día más globales. La discusión de si son mejores los pañales “Pampers” o los
“Dodot” se ha convertido en tan universal como la de Messi-Ronaldo, MacDonald o
Burguer King. L´Oreal copa el tiempo de anuncios en la TV en todo el mundo. Casi
en todas partes puedes dejar tu dinero en una oficina del HSBC o del Santander.
¿Ha llegado Nestle a un nivel de dominio del mercado global como para resolver
el problema del hambre en el mundo? ¿Acaso lo que llamamos mercados y las
empresas que se mueven en ellos han abusado del anarquismo racional de
Jefferson?
Hace poco tiempo, 25 años, en España estábamos convencidos
de que era necesario acercar el poder de decisión al ciudadano. Era una
reacción contraria al centralismo anterior, una necesidad de dar protagonismo a
gente nueva. También necesitábamos compensar egos potentes que creían que todo
era mejorable si lo hacían ellos. Todo lo que perseguíamos lo ha conseguido el
progreso y no la compleja estructura administrativa que diseñamos para
lograrlo. Hoy día pagamos nuestros impuestos, nos relacionamos con alguien
“superior” que puede alterar nuestras vidas, vemos información de lo que pasa
en todo el mundo, incluso podemos ver lo que gana Nestle y lo cerca que está de
resolver el hambre en el mundo a través de una pantalla de ordenador, ¡todos!
Algo ha cambiado, ¡y mucho¡
¿Sí? Pues yo creo que no.
Las estructuras administrativas que creamos en España hace
25 años son las mismas, la estructura política de USA y Europa la misma, el
sistema democrático que creamos hace 300 años, no ha cambiado, a pesar de
generar Hitler, Chavez, la dinastía Kirschner o la Putin. La ONU ha cambiado
pero los países del mundo ¡son más! Los
mercados son globales, pero el poder sigue siendo local. ¿Quién controla al
HSBC, al Santander, a Johnson y Johnson,…?¿Quien le ha explicado a Nestle que
su misión real ¿lo es? es resolver el hambre en el mundo?
El problema es que toda la estructura que creamos para
defender nuestro mundo tiene como misión ignorar que el mundo ha cambiado,
¡sería su desaparición o cambio! Estamos ante la confusión entre el qué, nuestra propia definición
(ideales, utopías, igualdad,…), con el con
qué, las herramientas que usábamos para definirnos. El con qué nunca va a
cambiar. Siempre se va a oponer, incluso aunque tenga que reprimir. Necesitamos
gente, corrientes de opinión, indignados, tendencias,… todo puede contar si lo
hace con capacidad, sin enfrentamientos, teniendo en cuenta la situación actual
y que, actuando desde la globalidad, cambie la organización de nuestro mundo
como realmente ha cambiado nuestro mundo.