Podemos darnos cuenta racionalmente, ignorarlo o entrar en reclamaciones de porqué nadie nos avisó. Una situación como la que vivimos no se arregla con optimismo, ni tan siquiera echándole la culpa a alguien.
Durante los últimos años hemos vivido una situación en donde los retos que se nos han planteado han sido decidir la marca del televisor Tft que íbamos a comprar, la fecha del viaje a Euro Disney, o a cuanto precio podíamos vender nuestra casa, y el precio de la nueva.
Recuerdo uno de esos realyties que ponen en la tele, al que invitan a un personaje famoso, y 100 ciudadanos hacen sus preguntas. Recuerdo que se levantó una persona, mucho más joven que yo, y preguntó que a ver qué pasaba, por qué él... ¡NO podía comprarse una casa!
Recuerdo mis años de esfuerzo, trabajar más allá de lo que mi jefe me pedía, los sábados, las clases particulares, el bocata de calamares (era lo más barato que quitaba el hambre), las noches de no poder dormir, porque no llegaba a final de mes.
Hace ya demasiado tiempo que nuestros jóvenes, al buscar trabajo, le dan demasiada importancia al horario y al salario, olvidándose de preguntar qué van a aprender y de qué les va a servir trabajar. Hemos cambiado la meta; ahora ya no es llegar sino salir, estar, sin necesidad de merecerlo, y nuestras sociedades se han apalancado en la comodidad, en la seguridad, en que el esfuerzo no es necesario si no es recompensado inmediatamente.
En nuestra sociedad de consumo, las personas tenemos claramente diferenciadas dos facetas en nuestra vida: cuando gastamos, y cuando ganamos dinero.
Si alguien no está de acuerdo en esta de declaración, probablemente deberíamos hablar a otro nivel, empezar por la teoría y de algo que hoy NO es nuestra realidad: la sociedad de consumo.
Las dos cosas son igualmente necesarias... y dependientes. No me voy a poder gastar el dinero que cuesta una televisión Tft hasta que no haya ganado suficiente dinero como para pagarla. No me voy a poder llevar a Euro Disney a los niños hasta que no ahorre suficiente dinero como para pagarlo. No me voy a meter en una hipoteca de más del 30% del dinero que entra en mi casa al final de mes.
También es verdad que alguien nos lo puso fácil. No te preocupes, que yo te dejo dinero para que te compres la Tft y te lleves a tus pobres niños a Euro Disney, ¡ah!, y por cierto, aquella maravillosa casa que te gustaría, si te la quieres comprar, yo te dejo el dinero y ya me lo devolverás, cuando puedas, no te preocupes, no te preocupes, no te preocupes,... y ¡zas!
Pero no, la culpa tampoco es suya. ¿De verdad nos creímos que esto no era un cuento?
Damos demasiadas cosas por naturales. Las empresas funcionan porque los empresarios deciden arriesgar su dinero, pero también porque son capaces de sumar más que los sumandos, porque el entusiasmo que generan, la profesionalidad que suman, es capaz de generar valor donde antes no lo había.
Ese valor es el que permite ganar dinero, es el que permite gastarlo. El esfuerzo de todos y cada uno de nosotros para que nuestras empresas nos puedan pagar más, gracias a nuestra APTitud (hay que aprender siempre, sin perder un minuto) y a nuestra ACTitud (hay que esforzarse, ser positivo, echarle ganas), delante de cualquier reto que nos ponga nuestro trabajo.
De esta manera volveremos a estar en la carrera, los buenos llegarán más lejos y enseñarán a los demás a llegar más rápido. Algunos conseguirán más cosas, conseguirán ser envidiados, pero no como especuladores, ni como tiburones, sino como gente capaz, gente con mérito.
La lastima es que estamos demasiado acomodados para una revolución.
La lástima es que nuestros hijos están jugando a la play.
La lástima es que nuestros gobernantes se olvidaron de la política, hace mucho tiempo, cuando entraron en el partido.
La lástima es que nos olvidamos de esforzarnos.
Movamos el trasero: claro que podemos, es cosa de cada uno de nosotros.
Empujemos a nuestros jóvenes, ellos también pueden cambiar el mundo.
Enseñemos a nuestros hijos, ahora que vamos a tener tiempo,... o solamente con el ejemplo.
Busquemos líderes, ánimo para ellos, no hace falta tener pedigree, solamente aptitud (capacidad) y actitud (entusiasmo y ganas).
Pedro Puig (2/11/08)