Ayer tuve una cena de esas que nos gustan tanto en España. Se habló de todo menos del sexo de los ángeles, pero eso fue debido, seguro, a la falta de interés del tema.
Las opiniones iban desde la negación de todo el sistema social y económico de nuestro país, hasta un conjunto de eslóganes que, por sí solos, parecían resolver todos los problemas de la humanidad, incluso los de nuestro país y, me atrevería a decir también, de los de los protagonistas de la cena.
Los partidos políticos.
La Transición española fue una cuna de buenos políticos, de calidad inversamente proporcional a los que ahora tenemos. Algo no hicieron para que perdurara hoy en día: el poder que les dieron a los partidos políticos. Bien es verdad que, hasta ahora, el bipartidismo y su alternancia han disimulado el problema. Pero las listas cerradas y el propio sistema electoral, hurtan a la gente de votar a las personas, realmente votamos a un partido. Esto ha hecho que nos radicalicemos en ser de uno o de otro partido y que nuestros líderes lo fueran de las luchas internas de su partido. Que no los eligiéramos por sus ideas, capacidad o mérito, sino por su capacidad de comunicarse y la cantidad de su “ardor guerrero”.
La corrupción
Ya no tenemos bipartidismo y una de las ideas simples que tanto nos gustan ha calado hondo en el cuerpo electoral: vamos a quitarles el poder a los políticos y recuperarlo.
Esto hace que huyamos de la demostrada democracia representativa (que los capaces tomen las decisiones), ya que no hemos podido encontrar líderes que lo fueran y, encima, nos robaban nuestro dinero. Volvamos a la democracia universal, un hombre un voto (que las decisiones sean nuestras, asamblearias). Probablemente haya sido la corrupción la que ha volado el bipartidismo. Busquemos a los no corruptos que dominen las ideas simples.
Ha habido cambios muy importantes después de la crisis económica. El trabajo, por más que algunos insistan, ha dejado de ser un derecho y ha pasado a ser un bien más de consumo. Otros cambios que, aunque no eran importantes, han hecho tambalear nuestro mundo. El cambio del uniforme político es uno, después del de las americanas de pana, ahora los vaqueros, la camisa y el pelo largo. Solo una puya: a mi me parece que los “imperialistas” vaqueros son una pequeña incongruencia.
El mérito
Hemos pasado por una crisis económica sin precedentes. La única forma de superarla ha sido quitar las cosas que no podíamos pagar. Ni se ha intentado, o no se ha podido intentar, no quitar todo lo que no podíamos pagar sino hacer más eficiente aquello que necesitábamos. Y claro, con esto el mérito ha desaparecido de nuestro sistema. El programa de becas es solo una parte, despreciable por pequeña, pero tal vez un síntoma de este problema. El mérito debería estar presente, otra vez, en nuestro estado de bienestar, incluso en su programa de becas.
Las autonomías
Opinar de este tema es mucho más fácil ahora que ese señor de la frente cubierta, no los catalanes por cierto, quiere romper una parte básica de nuestro sistema de convivencia.
A mí me vendieron las autonomías por aquello de descentralizar y acercarle al administrado la administración (para evitar las colas cuando pedía un certificado de “penales”, por ejemplo). Ha pasado una cosa después de la Transición no prevista por nadie, ni siquiera un escritor de ciencia ficción: el internet y la telefonía móvil. Esto ha cambiado el significado de “acercar”, que ya no es físico.
Ahora a aquellas autonomías solamente les queda ocuparse de lo que es diferente en sus ámbitos, porque la administración podría volver a ser una sola. Las autonomías son, hoy en día, una ventaja y un inconveniente. Por una parte ser más pequeñas las hace más ágiles, y un vivero de gente capaz, pero las duplicidades las hacen más costosas, y son culpables de una cierta falta de igualdad y coordinación.
Por ejemplo. Hoy en día solamente debería ser un problema logístico si ponemos 30 avionetas en un aeropuerto o una avioneta en 30 aeropuertos para luchar contra el fuego de los bosques. La solución debería ser lo más eficiente posible y estar muy alejada del idioma que hablaran los pilotos o de las luchas de poder que fomenta las diferentes capacidades de decidir qué hacer que ahora tenemos.
La memoria
Estos problemas apasionantes nos han hecho olvidar otros asuntos importantes que movieron a los padres de nuestros abuelos, a nuestros abuelos y nuestros padres. Algunos de ellos incluso murieron por defender sus ideas. Lo que tenemos es demasiado valioso para juzgarlo con simpleza. Sí, hemos construido un sistema en el que incluso pagamos para que nos multen, casi policial, caro..., pero en donde hay igualdad de oportunidades para nuestros hijos, incluso para colectivos pequeños, marginales y extraños, que nos permite pagar un café en la misma moneda que si estamos viendo la aurora boreal, pero también que abres el grifo y siempre sale agua, que aprietas el interruptor y se enciende la luz, en los supermercados siempre hay tetrabricks de leche, el mundo es ahora mucho más accesible.
Conseguir todo esto es fruto de un sistema educativo imperfecto, de una justicia imperfecta, de un sistema de pensiones, de una sanidad muy buena..., seguridad..., tráfico..., infraestructuras,...
Se confunde a veces el servicio y su origen, pero eso es lo que hemos construido más de tres generaciones. El sistema que tenemos es nuestro, es fruto de una evolución de siglos, tenemos que mejorarlo no sustituirlo. Nosotros debemos resolver ahora los apasionantes problemas que nos plantea el presente.
Si se fijan en los epígrafes se darán cuenta de lo animado de la cena por la cantidad de temas importantes que se simplificaron. Esta es solo mi opinión, con alguna aportación de lo que oí anoche.