Supongo que podría escribir muchas historias, pensando en los muchos personajes que he visto.
Recuerdo aquella vez, volviendo de comer, caminando detrás de una mujer con un pelo azabache precioso. Sus curvas le quitaban el hipo a cualquiera, y había en su forma de caminar algo que demostraba que ella lo sabía. Su chandall de colores estridentes no cuadraba. Recuerdo no haber escrito nada de ella solamente por el miedo de no engañar a nadie.
Tal vez su historia no escrita fuera ser seducido, invitarla a un café y resolver el dilema de sus andares y el chandall. Una mujer desesperada por encontrar a alguien, por encontrar a alguien o a su futuro. Una mujer que, cuando encontraba una opción, se dedicaba a explotar sus andares ignorando el aparente contra sentido del chandall. Una personalidad singular capaz de obviar las apariencias,...
Recuerdo el estereotipo del policía de México al que tuve que pagar 100 dólares para dejarme aparcar el camión de la mudanza enfrente de la oficina. Un hombre que tuvo que buscar un futuro para su vida cuando dejó embarazada a su novia. Le tocó el papel de hombre fuerte para salvar una situación que se empeñaba en que fuera normal, cuando tenía un origen dramático. La escuela de policía, ¡qué bonito!, el primer episodio en donde le enseñaron como sacar más dinero, la rutina absoluta en la que su vida sórdida se había convertido,....
El chofer de mí amigo un día, después de esquivar una moto, se puso a despotricar acerca de lo que él haría con las motos, su piel morena intentando serlo, cuando era blanca y con muchísimas arrugas. La diferencia fundamental entre él y los que eran como él: él tenía dueño y haría cualquier cosa por él. Su jefe era una propiedad suya a la que acudía siempre que necesitaba algo, ¡cómo lo sabían sus amigos!,...
En México. Mi amigo me invitó a aquel callejón, al lado de las vías del tren. Su hija cumplía tres años y era algo digno de celebrar. Todos fueron a aquel callejón. La casa espectacular, el mole, la TV poniendo un partido de Cruz Azul, su hermano con el mechón de pelo blanco, su hermana, preciosa, el mole,... sí, ya escribí acerca de esto, la fiesta que no resultó nada humilde. Escribí de los personajes y de cómo un pueblo festeja los grandes acontecimientos,...
También escribí acerca del taxista charlatán sordo, que un día convirtió un viaje de 10 minutos en el descubrimiento de un mundo tan desconocido para mí como paralelo al mío, con infidelidad y orgullo, mucho orgullo, porque él era el protagonista de una historia con un principio, él estaba casado, y con un final, él ayudaba a su querida prostituta.
Tal vez podríamos inventarle una historia a ese personaje que cantaba en un bar no turístico de Panamá. La montura de sus modernas gafas, la camisa azul de cuadros, su ritmo y su tono, perfecto para acompañar un Sancocho, estaba pidiendo a gritos una historia, como la de aquel momento en el que pudo ser alguien y el destino le condenó a cantar a su edad en el bar de Mariela,...
Este puente pasado he estado en Barcelona y he sorprendido a una señora con el pelo blanco como la nieve arrastrando uno de esos carros de cuadros con ruedas. La felicidad que demostraba su boca y sus andares, tan alejados del esfuerzo de arrastrar el carro, me hicieron pensar en el próximo encuentro con su hijo pequeño, un ser que fue fruto de un sueño, y que destrozaba el presente de la señora de pelo blanco cada vez que la veía y, a pesar de eso el sueño nunca se borraba,...
domingo, 10 de enero de 2016
lunes, 23 de noviembre de 2015
¿Por qué?
ZzzzzzzzzzzzzzzzZzzzzzzZzzzZZZZZzzzzz...
¡Plaf!
- Si no te vas te voy a aplastar- , dije
esto en voz alta, para que mi mujer supiera que estaba de buen humor,... a
pesar del mosquito.
...
ZzzzzzzzzzzzzzzzZzzzzzzZzzzZZZZZzzzzz...
¡Plaf!
Como era de esperar, mi intento de diálogo
con el mosquito, no funcionó. Tal vez es un mosquito que no entiende las
amenazas, o tal vez, está demasiado ocupado en obtener esa gota de sangre que
necesita.
ZzzzzzzzzzzzzzzzZzzzzzzZzzzZZZZZzzzzz...
¡Plaf!
La sensación de horror de la semana pasada,
por lo que pasó en París, los que atentaron son franceses, sus recursos de
horror son de primer mundo, se transformó en odio, y después en incredulidad:
¿por qué ha pasado?
No sé si las siguientes frases responden a
esta pregunta o no, no soy ningún experto.
- Durante muchos años los europeos hemos hecho
que vinieran inmigrantes de África a trabajar en la agricultura de Francia,
Inglaterra y España. Un tomate del Maresme, en Barcelona, por ejemplo, era más
barato que uno de Marruecos, gracias a las subvenciones de la UE (PAC, Programa de Ayudas Comunitarias).
- Hace muchos años, el mundo occidental creó
un nuevo país, Israel, sin tener en cuenta a los habitantes originales que había. El
mundo occidental sigue protegiendo a Israel, esperando que sea un amigo, en
medio de "enemigos".
- El mundo occidental puso al sha de Persia.
Invadió Irak, con la excusa de que tenía armas de destrucción masiva, que nunca
aparecieron.
- El mundo occidental ha preferido a
dictadores tipo Assad u Obiang que a democracias. La hipocresía de Occidente
les sigue vendiendo armas.
El arte de la política se ha transformado en
el oficio de gobernar. No hay políticos que nos ilusionen, y nos digan que si
hacemos esto o lo otro, nuestros hijos vivirán mejor. Ahora tenemos gobernantes
que solamente ven a 8 años, que son capaces de aplicar las leyes, o que creen
que la solución es endurecerlas, para "protegernos". Nadie ha pensado
en cómo ayudar a los países africanos, y sacarlos de su estado de ínfimo
desarrollo.
Debemos enfrentarnos al problema real,
tenemos que dejar que los vasos comunicantes actúen y sacar del tercer mundo al
continente africano y a los países del islam.
Supongo que, aunque hiciéramos esto, no
podría eliminar mi odio si se vuelve a repetir lo de Nueva York, Madrid,
Londres o París pero, al menos, sabría que esto sólo se repetirá hasta que todos
seamos más parecidos.
ZzzzzzzzzzzzzzzzZzzzzzzZzzzZZZZZzzzzz...
¡Plaf! Lo maté!
Esto no sirve de nada, ni siquiera odiar a
los mosquitos, ellos incluso hacen explotar sus cinturones.
Por cierto, somos quien somos gracias a
nuestra diversidad y a nuestra tolerancia: nuestra cultura y costumbres, y esto debería llevar a que los que
vienen de fuera acaben abrazándolas, no manteniendo las suyas,... algo no estamos haciendo bien.
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Terrorismo
domingo, 18 de octubre de 2015
Música
El otro día fui de nuevo a un concierto de
música clásica. Casi por casualidad. Recuerdos muy antiguos de cuando me iba a
ver la sesión de ensayos del Teatro Real con mi novia de entonces.
La primera parte del concierto estaba
diseñada para eliminar la afición de ir a conciertos, un "estreno
mundial" que oscilaba entre las bandas sonoras de películas como
"Encuentros en la tercera fase", o el
"Motel bates" y un reto de los armónicos que se pueden
escribir.
En el concierto había bastantes cosas fuera
de sitio. El director mostraba un aparente interés en la partitura de la obra,
y era extremadamente joven, 25 años según rezaba el panfleto. Algunos músicos
de la orquesta incluso seguían el ritmo, o lo intentaban. Y lo más fuera de
sitio, el público, que soportaba, según mi escasa cultura musical, un conjunto de
ruidos insoportable, y creo que lo seguirá siendo dentro de 100 años.
La segunda obra fue parecida, si exceptuamos
el coro compuesto por 30 voces, instrumentos musicales insuperables, que
consiguieron transformar el ruido en música.
Después del descanso todo cambia. Desaparece
la partitura del director y empiezan los primeros compases de la 5ª sinfonía de
Ludwig van Beethoven. Una sinfonía alegre por definición, y los primeros
compases suben hacia arriba anunciando algo conocido. El sonido único de los
primeros compases se repite desmenuzado, más bajito, pero anunciando que el
sonido es una mezcla de instrumentos.
No sé si Beethoven lo pensó así, pero parece
una guerra entre la derecha e izquierda de la orquesta, los numerosos violines,
a la izquierda, contra el resto de instrumentos de cuerda, a la derecha,
arbitrados por el resto, que repiten en otros tonos, más bajo o más alto, uno a
uno o en grupos diferentes, las mismas notas. El joven director, sin corbata,
única concesión a su edad, activa o desactiva los instrumentos como si fuera él
quien soplara, o rasgara con su baqueta las cuerdas de los violines.
Ahora todo parece en orden y mis recuerdos
vuelven para asegurar que "esto" valía la pena.
Las notas llenan el auditorio de Madrid.
Casi se puede notar en el público que para esto es para lo que han estado
esperando, y que hace siglos Beethoven ya lo imaginó: que los músicos se
volverían virtuosos, que se construirían auditorios, que alguien organizaría estos conciertos, que existen
directores tan jóvenes como este, que parecen saber tocar un instrumento que se
llama orquesta y hacer que suene como uno solo, con sus brazos.
Mientras estas ideas pasan por mi cabeza,
Beethoven sigue en el primer movimiento, las mismas cinco notas, del derecho y
del revés, fuertes y suaves, ahora el clarinete solo, ahora todos a la vez.
Las pausas del concierto parecen querer
molestar al público, dejando al oído esperando recibir más notas, pero son pausas
rápidas, casi obligadas por el guión, y el director se pone rápido de nuevo,
agitando su batuta, conectando o desconectando instrumentos con su pelo, bien
cortado, agitándose al ritmo de su brazos, el mismo que el de la música.
El segundo movimiento no parece tener nada
que ver. La vida real con su ritmo más lento, pero rápidamente el frenesí se
apodera de la escena. Ahora múltiples melodías acarician los oídos, más notas,
más acordes que no se pueden reproducir, pero que siempre se recuerdan en la memoria.
Otra vez todos, ahora los violines, ahora el clarinete, la flauta, el fagot,
las violas,... y todo acaba majestuoso, ... como empezó.
El último movimiento solamente tiene de malo
que es el último. Pronto se anuncian unas pocas notas que se repetirán de todas
las formas posibles hasta el final. El final es tan anunciado que parece no
querer llegar. Es un fin pero música a la vez. Todos los instrumentos a la vez,
amagando siempre con ser el último, siempre repitiendo.
Momentos mágicos que me impulsan, incluso, a
ir a felicitar a ese director tan joven que casi no se entera de mis
"bravíssimo", por el idioma. La música con mayúsculas sigue siendo
una forma maravillosa de recargar energías viendo como un compositor, un
director y unos músicos son capaces de arrancar en otros hombres esa sensación
de belleza que, esta vez entra, sobre todo, por el oído.
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"Estado de animo"
domingo, 20 de septiembre de 2015
Mirar
Las luces de San José se apagan y encienden rápidamente en el valle, casi
todas de color naranja. Con voz agradable, un músico con una
guitarra llena de música el ambiente, después de cenar.
Mi cuerpo parece que pasa a un estado lejos del paisaje, de la situación. Es una sensación
agradable: todo parece transcurrir como si se pudiese ver desde
fuera, la realidad ajena a su percepción. Por
momentos la sensación es conocida ¿cuándo he vivido yo esto?
Repaso mentalmente mis sentidos para intentar acordarme.
No huele a nada reconocible ni raro. No estoy solo; los sabores, Coca-Cola y
comida de un restaurante español no me dan pistas adicionales; la música en
directo, el oír a alguien con voz suave, música no
estridente, la temperatura que envuelve mi cuerpo,... sí me trae recuerdos,... ; ¡la malta!, sí,
echo de menos la malta fría, ahora por mi edad ya no bebo alcohol, y se van formando los
recuerdos: la música y el sabor que falta.
Por momentos, la realidad se aparta de mis
sentidos y se deja observar: las luces, la noche, la música,
la presencia de gente que me acompaña, todo parece una película
proyectada en el salón de mi casa en donde suena la música, y falta
el sabor de la malta fría.
Esta sensación ha venido a
mi varias veces: sólo, malta fría, música que suena en directo, temperatura. México
en la calle Río Lerma después de tomar una pizza, dos niños de apenas
diez años, sucios, fuera de lugar, me piden un peso, supongo que para
que la escena pueda continuar, mas gente pasea por la calle; Bogotá,
en un hotel en donde canta una mujer que se parece a la de Forrest Gump, después de cenar, mientras una aparato de televisión en silencio, intenta colarse en la imagen (un noticiario); la terraza de Panamá, viendo la
sombra del Pacifico por la noche, marea alta, con las luces del casco antiguo
reflejadas; ahora en San José, con la ciudad a mis pies, y esa música, ...
es necesario tardar en pedir la cuenta,...
Creí que la
soledad era el factor común con el que identificaba estos momentos, pero ahora no estoy solo,
es un lugar conocido, la música es conocida y el lugar es conocido: el precio de la agradable sensación no
era la soledad.
Se trata de observar, de no necesitar a la
realidad para saber que existes, no luchar contra cosas en que participas, sino
ver escenas que son, independientes de ti, y que demuestran que el mundo puede
seguir existiendo sin que tu participes. Y la comisura de los labios se tuerce
hacia arriba y mi cuerpo parece darse cuenta que todo ha valido la pena.
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"Estado de animo"
miércoles, 16 de septiembre de 2015
Sociedad del bienestar
Estas líneas están
generadas por un cabreo sin importancia. Si yo hubiera visto a alguien cabrearse
por esto, probablemente lo hubiera tachado de energúmeno.
Hospital de La Paz, acudo a hacerme un PET,
Positron Emisión Tomography, y los ascensores que suben del parking están
estropeados. Ha dado tiempo de colocar un cartel impreso que dice: "si Ud.
anda, a 1km tiene otros".
En mi empresa tenemos una situación
crítica con los impuestos y nula colaboración del Estado
para pagarlos. No se es consciente de lo que pagamos (casi la mitad del negocio
que generamos) hasta que se tiene un problema con Hacienda.
Las noticias dicen que vamos a aceptar
13.000 refugiados y que hoy, el consejo de ministros formalizará un crédito de 13 millones de euros con tres ONG para gestionarlos.
Con el dinero que pagamos en impuestos tengo todo el derecho a que mis ascensores de
La Paz funcionen siempre, para lo que, si es necesario, el Hospital de La Paz
debería contratar un servicio para garantizarlo.
La eficacia se da por descontado, da igual que los recortes se hayan llevado por delante el servicio de ascensores de La Paz.
Por cierto, estoy muy a favor de que
acojamos refugiados, solo me temo que cuando algo se convierte en público
el dinero que cuesta gestionarlo se derrocha. Es necesario olvidar el debate
entre lo publico y lo privado.
Lo publico es aquello de lo que todos deberíamos
aprovecharnos, sin ventajas, ni filtros, todos estamos de acuerdo. Pero lo
publico debería estar gestionado de forma más eficaz que
lo privado, y no al revés.
domingo, 30 de agosto de 2015
Verano
El verano es un tiempo curioso en el que ves
a ver cosas que, habitualmente, tu
cerebro desperdicia y no ve.
Por ejemplo, una mañana
el café te pilla leyendo un periódico debajo
de los castaños, y te sorprendes de lo finas que son las hojas del papel del
periódico, y descubres una pequeña esquela
abajo y a la izquierda, pero que solamente manifiesta un recuerdo de o para
alguien que murió
hace diez años, ... el
amor eterno existe.
Descubres la figura del fornido leñador,
y te das cuenta de que "fornido leñador" es
verdadero, alguien que ha llegado a serlo por la práctica. Sí,
existen, y no practicando en un gimnasio.
También se ve el
aire que te permite soportar el calor con elegancia, llevarle la contraria a
los anuncios y descubrir que la humanidad es bastante fea, y que el cachorro
humano hace mucho ruido, incluso cuando llora.
Un viaje en coche recoge en el llano largas
filas de luchadores de sumo aguantando con sus manos los cables de alta tensión.
Y en la montaña colinas pintadas de rosa por el brezo, salpicadas por el
amarillo de la genista, el verde de los pinos, y el marrón
de la arcilla.
Este año me he
subido a un barco para hacer un viaje de 8 horas. Aquel trauma infantil,
recuerdos del horrible olor y la imparable vibración, haciendo
la misma travesía, han desaparecido gracias, supongo, a esa evolución
de la tecnología que vivimos sin darnos cuenta: apenas vibración,
apenas olor, aunque la tecnología nos haga olvidar el espesor de
la página de un diario.
El verano se me antoja como una noche de
borrachera en donde todos los problemas se esconden y parecen desaparecer.
Aunque con la edad aprendes a castigarte y a no emborracharte de olvido.
El paso del tiempo siempre parece resolver
los problemas, salvo cuando las vacaciones se acaban.
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"Estado de animo"
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