Iba en busca de mi novia en el seat 600 de décima mano que me había comprado mi padre. El coche era blanco y en los asientos de color rojo mi rosa esperaba, había ido a Navarro a buscarla en donde los colores de las rosas anunciaban que algo especial estaba pasando.
Siempre hacía buen tiempo ese día, era una especie de ley, que siempre se cumplía. El sol y el cielo azul pintaban Barcelona al igual que las rosas rojas y los libros, puntualmente el 23 de abril.
Giro a la derecha luego a la izquierda, varias veces, y así pasaba por el ensanche de Cerdá en busca de su casa. Cuando llegué, ella estaba en la acera con un indisimulado libro envuelto.
Fuimos a la Sagrada Familia, un montón de casetas y miles de libros parecían haberse puesto de acuerdo en sus portadas de colores. Bajamos Las Ramblas disfrutando del sol y del rojo de las rosas. La política no existía para nosotros, apenas íbamos al recién estrenado COU, Franco todavía vivía.
Hoy he comprado dos rosas, una para mi madre y otra para mi mujer. Las lagrimas han brotado de mis ojos al ver la tele. Estoy lejos de Barcelona y no puedo ver las portadas, ni las rosas rojas, ni el cielo azul, ni la gente, ni Barcelona,.... pero el presidente de la Generalitat me ha llamado “bestia con forma humana”, mi hermano me ha dicho que no quiero a mi madre, mi hermana me ha dicho que no soy un buen catalán, y las rosas de la tele son amarillas, el color de la infidelidad. Mi país, y yo sin saberlo según dicen esos falsos catalanes, ha perdido la libertad por la que he trabajado toda mi vida y de la que estaba orgulloso.
La mayor editorial en lengua castellana y catalana del mundo ya no está en Barcelona. No pasa nada, todo es normal. Solamente los colores han cambiado. O tal vez sean mis lagrimas.
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