Siempre le faltaba tiempo para hacer lo que tenía que hacer. Siempre le sobraba tiempo para mirar alrededor y encontrar un candidato alternativo, ya fuera porque según su potente ordenador de a bordo le tocaba a él hacerlo o porque en aquel momento estuviera culpablemente mas ocioso que él. Cuando no tenía mas remedio que aceptar una tarea esta se alargaba hasta que era evidente que era necesario buscar otro candidato para terminarla.
Se pasó el tiempo sin opciones, a veces porque ni siquiera era capaz de encontrarlas, y otras porque a pesar de tenerlas asignadas no era capaz de conocerlas a fondo.
Siempre hizo lo correcto y la vida no le trató bien. Le enseñaron que desear algo que no tienes se llama ambición y tal vez no era del todo bueno (la ambición es buena en pequeñas dosis, y es una especie de empujón para hacer algo que te cuesta). Es una virtud darse cuenta de los resultados de hacer siempre lo correcto: pequeñas cosas que van haciendo tu vida igual o diferente de la de otros como para poderla contar.
Se pasó el tiempo sin opciones, a veces porque ni siquiera las buscaba, otras porque no las necesitaba. ¿La vida le trató mal?
Convertía lo que él pensaba que era necesario hacer en una verdad absoluta. Entonces aplicaba toda la energía y el entusiasmo que tenía en hacerlo realidad. A veces se equivocaba, pero menos que la media. El relato de su vida estaba repleta de aventuras, era como una montaña rusa.
Los desastres provocaban una crítica feroz y casi invalidaban su vida, pero sus aciertos fueron grandes. Ojalá hubiera tenido más energía para no arrepentirse nunca y hacer lo que tenía que hacer.
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