La tecnología en los almacenes empieza a aplicarse desde la aplicación de determinados estándares como el pallet, para manejar la mercancía de forma común en todos los almacenes. Carretillas o montacargas son dos de las tecnologías sin las cuales hoy no existirían los almacenes de distribución y muy probablemente, la actual cadena de suministro.
La tecnología, tal y como se usa para mejorar algo, no tiene porqué tener relación con las nuevas tecnologías de la información. Dos tecnologías asociadas a los sistemas de información han marcado una evolución en el almacén: a) el código de barras y b) los terminales de radio frecuencia.
El uso del código de barras proviene de los grandes distribuidores y de su necesidad de identificar de forma unívoca un precio a un producto, lo que ha llevado a la definición de estándares universales (EAN, UPC). El almacén ha aprovechado esta tecnología para identificar los huecos del almacén y los artículos en el sentido más amplio: sus diferentes presentaciones, hasta llegar al pallet.
El propio almacén, usa los terminales de radio frecuencia porque permiten el ‘tiempo real’. La posibilidad de registrar los movimientos de mercancía cuando se producen, y no registrarlos manualmente con posterioridad a su realización, es una ventaja, más que suficiente, para que su aplicación haya sido y esté siendo general.
Como no podría ser de otra forma, los almacenes han requerido sistemas de información específicos para su gestión: los WMS (Warehouse Management Systems) o SGA (Sistemas de Gestión de Almacén). Son estos sistemas los que han permitido aplicar todas las tecnologías que he mencionado y aplicarlas allí en donde han sido más eficaces.
El almacén se beneficia de la implantación de la tecnología en tres fases diferentes.
La primera consiste en asumir el control de la mercancía, cuestión que deja de ser gradual para convertirse en binaria: o se controla o no se controla todo.
Después de conseguir el control, el almacén es capaz de incrementar su eficacia conseguir mejoras operativas en su actividad, y aumentar la calidad de lo que hace con cada mejora, casi siempre, asociada a una reducción de los costes para realizarla.
Un almacén puede, por último, abordar la fase de la información en la que el almacén se convierte en un centro de distribución y es capaz de ser mucho más que un centro de coste: puede permitirse definir sus límites, predecir sus costes ante variaciones de la demanda, en resumen, convertirse en un elemento más para vender el producto que la empresa distribuye.
No hace falta describir los beneficios de un almacén en esta tercera fase. Puede ser considerado, incluso, como una utopía para la dirección de las empresas.
La primera fase es difícil de conseguir sin tecnología, las siguientes son imposibles sin ella.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
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