Vivir en un
pueblo tiene sus ventajas, por ejemplo que el ritmo de vida no es frenético
como en
una gran ciudad, se vive más tranquilo, se dice, y seguro que los
trámites administrativos son más
fáciles. Sin embargo, desde hace siglos las
ciudades van ganado habitantes igual que los pierde el
entorno rural. Supongo
que será que los que se quedan es porque no pueden marcharse o dependen
del
turismo de una gran ciudad cercana.
Algunos
pueblos turísticos de España todavía no han
querido darse cuenta que dependen de la
simpatía con la que traten al resto del
mundo, y piensan que es el resto del mundo es el que va en
dirección contraria, o
son los demás los que tienen defectos, ellos no. Ellos no deben 10 millones
de euros. Creo que el refranero español habla de la viga
ajena.
Este es un
pecado muy normal, los catalanes quieren ser de su pueblo en lugar del de
todos, o los
ingleses del suyo. Los de pueblo quieren ser de su pueblo, el que
es perfecto, el que no tiene
defectos. Creo que alguien ya patentó esa idea en
el pasado y abogaba por los rubios de raza aria
a pesar de que él era bajito y con
bigote. Así que mi desprecio a aquellos que quieren ser de pueblo
porque no han
podido ver nada más en su vida.
Hay
determinadas cosas, como el Internet que convierte a cualquier persona en un
potencial
difamador que puede decir cualquier cosa, oculto en su nombre o en su
anonimato, que también se
puede. Las leyes, como siempre, han protegido la
libertad que tiene la gente en decir lo que quiera,
donde quiera y cuando
quiera. Así por ejemplo, yo puedo insultar a alguien por ser de un colectivo
que odie, porque no es de mi pueblo. Cuando el insultado acuda a
cualquier juez, éste
intentará localizar al ínclito que ha insultado y le
pedirá que se reafirme en su insulto. En ese
momento el señor juez ya sabrá lo
que han hecho el ínclito y el insultado, y actuará en
consecuencia.
Uno no sabe
quien puede estar detrás de un nombre en Internet. Uno puede deducir que tiene
problemas mentales porque mezcla sus insultos con su rechazo al botellón (eso a
lo que hemos
empujado a todos nuestros hijos, de pueblo o no), a los perros, a sus
cacas, a las suyas, hacia el
pis y todas estas cosas que en las fiestas de un
pueblo se hacen cuando la gente no es educada, sea
del pueblo o no, delante de
su casa o en cualquier otro lugar.
Yo no hablo
en nombre de nadie, ni en nombre de mi pueblo, ni en nombre de la ciudad que le
paga su sueldo, ni en nombre de mi perro, ni en el de ningún otro colectivo.
Tampoco me siento
insultado por este señor porque no es quién y cuando le diga
al señor juez que sí, que ha sido él
quien me ha insultado, espero que, si no
tiene pruebas, por lo menos le obligue a desdecirse de su
insulto por escrito.
Ojalá que la
mano que mece la cuna sea algo más que
una película, aunque tenga problemas mentales.
¡Ojalá hubiera sido más
prudente!
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