Una carretera con cierto nivel de atasco, por
la mañana, yendo a trabajar, es un lugar perfecto para encontrar historias,
imaginarlas o inventarlas.
El brazo apoyado en la ventanilla cerrada
está adornado con un llamativo tatuaje. Por su cara de concentración está
escuchando la radio. Su coche está especialmente limpio. Recientemente ha
habido elecciones, y nadie ha ganado.
Su peinado hace juego con su coche. Esta
hablando por teléfono con alguien que no podía esperar a que llegara a la
oficina. Hace 10 años hubiera tenido que el mismo problema y lo habría
resuelto.
El coche de delante se mueve rítmicamente.
Un niño en el asiento de atrás juega a moverse y mover el coche. Su padre y su
madre no dicen nada. Están preocupados. El amor que sienten por él es inmortal.
Una mujer conduce a su madre al hospital.
Las miradas de las dos mujeres, que no hablan, se fijan en un horizonte muy
lejano. Su padre va en el asiento de detrás. El silencio del coche parece
anunciar lo que dirá el médico.
Cuatro jóvenes comparten coche. Está claro
que van a trabajar, como todos los días y que se han puesto de acuerdo. La
misma oficina. Los cuatro van como con zapatos nuevos, a pesar que apenas
cobran para pagar la gasolina.
Una familia se va de vacaciones temprano por
la mañana. Los niños alimentarán los recuerdos de su infancia en este viaje. La
alegría va desde la media sonrisa del padre, hasta las despreocupadas
carcajadas de los niños.
Habla por teléfono con su oficina. El gesto,
su peinado, la forma de vestirse. La diferencia de velocidad de los carriles la
mantiene a la vista, varias veces. Guapísima.
Él y ella discuten. No lo saben pero están
cansados el uno del otro. La rutina, amigo y enemigo de la pareja. Muchos años.
Demasiados. No se han recuperado del todo de la discusión de ayer, que la cama
era muy ancha, que si no, que debía ser más estrecha,...
Es imposible saber, ni siquiera imaginar el
porqué de la sonrisa que ilumina su cara. El atasco, la hora, la cantidad de
gente, la lentitud con la que nos movemos, lo tarde que vamos a llegar. Y sin
embargo una gran sonrisa ilumina su cara.
Esta mujer rellenita aferrada al volante
como si pudiera perderlo, inclinada hacia adelante, cara de concentración, se
ha sacado hace poco su carnet de conducir. Va concentrada entre el mar de
coches que la rodean en la carretera.
Su vida no ha resultado ser como pensaba. Un
día más en el coche, un día más hacia la oficina. Compañeros competidores, la
sonrisa de siempre, la "pos" de siempre. Las sonrisas con ellos se
han convertido en suspicacias, ¿a quién le tocará?
Se va a la gran ciudad a ver si arreglan sus
papeles. Está confiado, cree que lo llevan todo. Hoy se acabará, empezara todo.
Es prudente, no pasa nada. Nadie le quiere echar. Trabaja todos los días. Ahora
incluso está de vacaciones.
Su pelo despeinado. Este no tiene aire, la
ventanilla bajada, su coche negro, antiguo. Si pudiera reconocer sus problemas
estaría preocupado. Pero está acostumbrado a vivir con lo que tiene.
Él es gris, no hay historia que inventar, o
por lo menos, no ahora. Se va a trabajar todas las mañanas, no discute acerca
de su vida, ni busca otra, ni pone cara de enfadado ni de contento ni de conforme.
No pone ninguna cara, ni el del coche plateado, ni el del deportivo azul, ni la
del utilitario rojo, y este otro, y ella, el otro y ese, y esa,... Gente, mucha
gente, muchas historias que forman la realidad de todos los días.
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