"La policía ha detenido en Madrid, esta mañana, a un pederasta con abundante pornografía infantil en su
ordenador. Esta es la cuarta detención de este año, y la policía cree que con
esta detención desmantela una importante red de pornografía infantil". El busto
parlante leyó esta noticia en el noticiario de esa noche.
Dos días antes, la tarde de
invierno era fría y no había mucha gente por la calle. Juan se volvió para ver
si le seguían. Hacía esto antes de entrar en el portal de su casa desde hacía
tiempo. Examinaba a las personas que veía, por si alguno le estaba mirando,
mostraba interés por él o las reconocía de otros días.
Una vez en su casa,
sacó un llavero de su bolsillo e introdujo una llave en una de las tres
cerraduras de la puerta de su casa, el 3 B.
Después de cerrar
la puerta con pestillo se dirigió a su ordenador, colgando de pasada su abrigo
en un perchero. El correo electrónico debería haber llegado ya.
Juan vivía solo.
Trabajaba de administrativo en una revista, iba y venía en la línea 3 del metro
todos los días, en un sentido y en el otro. Los sábados bajaba al supermercado
de la esquina y compraba comida para las noches de toda la semana.
No había recibido
el correo que esperaba, ni en su Buzon normal ni en "el spam", en el
que miró por si acaso. Después se fue a trabajar a su estudio.Al volver de la
oficina, al día siguiente, se paró en el kiosco de castañas de la esquina, le
apetecía comer algo caliente. En el kiosco empezó a hablar con la castañera, no
era la primera vez que se paraba.
- ¿Cómo está, don Juan?
- Bien ¿Y su hijo? Hace tiempo que no le veo por el kiosco.
- ¡Fíjese qué suerte, que ha encontrado trabajo! Le llamaron de un sitio, por fin, y le faltó tiempo para contestar que quería trabajar.
- Felicite a su hijo de mi parte, dígale que vuelva a verme cuando quiera.
- ¿Cuántas le pongo?
- Un cucurucho de 2, por favor.
Otro hombre, que
también estaba en el puesto de castañas, entró en la conversación.
- Esta fresco esta mañana, unas castañas nos irán muy bien. Es difícil educar a los hijos ¿no? ¿Cuántos años tiene el suyo?
- No se crea, lo difícil ya pasó, ahora es todo un mozalbete.
Juan entró en el
portal de su casa con el cucurucho en la mano. Volvió a comprobar si le
seguían, pero solamente vio a aquel hombre fornido que se alejaba del puesto de
castañas. Notaba su mano derecha, cada vez un poco más caliente.
En el ascensor se
encontró con su vecina Isabel y sus dos hijos. Le ofreció a Isabel una castaña
y sacó de su bolsillo unos caramelos que ofreció a los niños.
- ¿Os gustan los caramelos? Tengo más en casa, cuando queráis pasad a buscarlos.
Salió del ascensor
y entró en su casa. Ni siquiera se quitó el abrigo y se sentó delante del
ordenador para comprobar otra vez el correo. Tampoco hoy había llegado, por lo
que escribió otro para preguntar cuando llegaría. Después colgó su abrigo en el
perchero y se fue a su estudio.
El timbre de la
puerta le despertó por la mañana, antes que su despertador. Dos policías
uniformados le preguntaron quién era y
le pidieron permiso para entrar. Se fueron directos a su ordenador del salón.
Después de unos minutos de espera, uno de los dos agentes le dijo: D. Juan Honrubia, queda
usted detenido.
Un policía se llevó
a Juan y el otro empezó a registrar el piso. Al entrar en el estudio de Juan se
encontró con una estancia abarrotada de cuadros y un caballete al lado de la
ventana con un cuadro a medio pintar, Juan Honrubia pintaba. Todas las paredes
estaban llenas de cuadros y muchos estaban apoyados en el suelo.
Todos los cuadros
tenían niños, de todas las edades, de todos los tamaños y en todas las
posturas. Solos, en grupo, con paisajes verdes o nubes blancas y cielos
azules.. Juan solamente pintaba niños. Juan Honrubia estaba obsesionado con los
niños.
El policía no entendía
demasiado de arte, pero los cuadros le parecieron muy hermosos.
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