martes, 18 de noviembre de 2008

Opinión: 5 Mujeres, 5 opiniones

El otro día tuve una cena muy agradable. Éramos 5 mujeres y 3 hombres. Resumo la conversación, desde una cierta distancia, aunque yo participara, porque me parece interesante.


Las niñas de 13-15 años van muy mal vestidas, con mal gusto y con una imagen fea. Todo el mundo parece ser de la opinión de que existe una forma apropiada de vestir en cada circunstancia y que todos podemos convenir cómo es necesario vestirse en cada ocasión.

Así, por ejemplo, todos sabemos cómo ir a la playa y como ir a la oficina. A la oficina se va a trabajar y es muy diferente el vestido que fuera del trabajo en donde cada uno puede ir de cualquier forma.

La conversación va por un camino normal y el origen cultural común permite mencionar situaciones en donde es claro cómo vestir y actuar con propiedad, con amplio acuerdo entre todos.

Uno de los casos es el que plantea la mujer 1. Una de sus empleadas enseña sujetador y ombligo y este comportamiento es inapropiado. Otra de sus empleadas incurre en la misma falta enseñando, esta vez, michelín y tatuaje.

La solución a la situación es aprobaba por todos y los argumentos de 1, en su comunicación a las empleadas, produce admiración: “...la gente conocerá tu ombligo en lugar de tu trabajo…”, “me distrae tener que ver la marca de tu sujetador…”.

Esta acción es una demostración clara de que existe una forma apropiada de vestir y que existe una forma perfectamente plausible y lógica de hacer que la gente adopte esa postura. El caso de la juventud (el feismo de las niñas), es otro problema diferente, el mismo de siglos. Solamente es cuestión de tiempo que las niñas aprendan a vestirse (algunas ya lo hacen), y es la misma situación de todas las generaciones.

Llegados a este punto de acuerdo completo, surge un elemento de duda que inicia la polémica y demuestra que realmente no había un acuerdo inicial, que cada uno tiene una opinión diferente.

¿Porqué la mujer 1 puede decirle a su empleada cómo vestir? ¿Si lo que se le pide a un empleado solo son resultados? No vamos a dictar reglas para pactar uniformes, es muy difícil, que aunque lo intentáramos nos pusiéramos de acuerdo. El problema puede ser del que enseña, pero también del que mira.

Después de muchas intervenciones, ejemplos, bigotes, sandalias y otras muchas cosas más, resulta evidente que no es posible definir, de forma única y objetiva, lo que es apropiado o no en cada circunstancia. Es prácticamente imposible ponerse de acuerdo sobre lo apropiado o no de algunos de los ejemplos, incluso en un entorno tan uniforme como el que está reflejado entre las mujeres sentadas a la mesa.

De hecho, no solo el objeto de la discusión, sino la postura ante las conclusiones, es completamente diferente:
La mujer 2 lo tiene muy claro y no se le ha generado ninguna duda acerca de la cuestión. Incluso sabe que las demás se equivocan.

La mujer 3 no ha intervenido demasiado en la discusión pero su postura también es muy clara y sabe que, por mucho que los demás hablen, no va a cambiar su opinión.

La mujer 4 parece ver todo desde lejos sin entrar en lo abstracto de la discusión. Comparte el punto de vista de las dos primeras y menciona diferentes ejemplos para confirmar su opinión, pero sin querer intervenir para cambiar la situación y definir lo auténticamente apropiado.

La mujer 5 parece reconocer que antes pensaba de una manera y ahora de otra. No con motivo de la conversación, pero antes, en el tiempo, por lo que parece encontrar alguna justificación en que no siempre podría definir lo apropiado según una regla común a usar.

La mujer 1 resolvió un caso concreto de forma brillante para cumplir el acuerdo de vestimenta apropiada. Sin embargo si hubiera sido un hombre el que hubiera ejecutado de la misma forma hubiera sido imposible o hasta incluso ilegal, por lo que la situación aparentemente apropiada parece sembrar la duda.

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