Así funciona
— Estas vivo, ¿de que te quejas?— dijo el hombre joven.
— Sí, he desayunado esta mañana, pero he leído ¿sabes?— gimoteó el hombre mayor.
— Eres libre ¿de que te quejas?, su voz sonó potente, insistiendo.
— Ser libre es fantástico ¿pero puedo escoger no morir? — imploró el hombre mayor.
Para intentar demostrar que entendía una pregunta que para él no tenía mucho sentido construyó una explicación.— Si tú no tuvieras que morir Aristoteles y los dictadores aún existirían.— No entiendo que aspires a no morir, siguió. Su voz sonaba autoritaria, como si hablara más alto.— sonó potente.— Y ellos han muerto. Sus palabras retumbaron. — ¡No querrás que los dictadores no mueran!
— Cuando yo muera sabes que me llevaré conmigo todo lo que he vivido. Si he sido capaz de escribir, otros podrán aprovechar lo que he aprendido, si no, ni siquiera eso.— Mis amigos me añorarán, algunos de mis seres queridos lo pasarán fatal, incluso algunos querrán morir también— Ahora fue al hombre mayor al que no le resultó fácil explicar lo que a él le parecía evidente. — ¡Es un trauma morirse! y su afirmación sonó como un sollozo.
— Y qué pasa con los cementerios y las religiones. Durante miles de años las diferentes civilizaciones han rendido culto a los muertos..., la resurrección y todo eso. Todas: Jesucristo, Confucio, Mahoma,..— habló potente.
— La religión minimiza el trauma, siempre es algo de lo que puedes tirar, pero morir sigue siéndolo, sobre todo si es una accidente.
El hombre joven pensó en cambiar radicalmente su línea de pensamiento para convencer a Manuel y bajó su tono de su voz.
— A ver Manuel, ¿por qué estas vivo?
— No sé, ¿porque existo? ¡Cuestión de suerte!
— No hombre, olvídate de las cosas grandilocuentes que has aprendido en los libros, ¿tienes madre?¿y padre?
— Ya murieron.
— Eso da igual, ¿y porque crees que ellos decidieron que tu existieras, a pesar de que sabían que te condenaban a muerte? — Su decisión, su muerte y el nacimiento de los dos antes, ¿no te das cuenta que la existencia depende de la muerte, de la no existencia?
— ¿Me estas diciendo que no podría nacer si no muriera? Un razonamiento fácil ¿no?— Manuel creyó que lo estaban engañando.
— Piénsalo Manuel, no eres tonto. ¿Cómo resolverías tú este dilema?
La habitación en donde estaban no tenía puertas ni ventanas, y los dos estaban sentados en grandes sillones. La Luz era blanca y potente. Su conversación no podría haber sido oída por nadie. El joven, el que hablaba más fuerte, se levantó airadamente. Había usado la semilla de las religiones para resolver el tema de la muerte, también había relacionado las religiones con el sexo, con el tema de la vida y siempre pensó que estas dos cosas fueron una magnífica idea suya. Sabía que generarían polémica. No fue capaz de encontrar lo que buscaba: el agradecimiento de su creación.
— Estas vivo, ¿de que te quejas?— dijo el hombre joven.
— Sí, he desayunado esta mañana, pero he leído ¿sabes?— gimoteó el hombre mayor.
— Eres libre ¿de que te quejas?, su voz sonó potente, insistiendo.
— Ser libre es fantástico ¿pero puedo escoger no morir? — imploró el hombre mayor.
Para intentar demostrar que entendía una pregunta que para él no tenía mucho sentido construyó una explicación.— Si tú no tuvieras que morir Aristoteles y los dictadores aún existirían.— No entiendo que aspires a no morir, siguió. Su voz sonaba autoritaria, como si hablara más alto.— sonó potente.— Y ellos han muerto. Sus palabras retumbaron. — ¡No querrás que los dictadores no mueran!
— Cuando yo muera sabes que me llevaré conmigo todo lo que he vivido. Si he sido capaz de escribir, otros podrán aprovechar lo que he aprendido, si no, ni siquiera eso.— Mis amigos me añorarán, algunos de mis seres queridos lo pasarán fatal, incluso algunos querrán morir también— Ahora fue al hombre mayor al que no le resultó fácil explicar lo que a él le parecía evidente. — ¡Es un trauma morirse! y su afirmación sonó como un sollozo.
— Y qué pasa con los cementerios y las religiones. Durante miles de años las diferentes civilizaciones han rendido culto a los muertos..., la resurrección y todo eso. Todas: Jesucristo, Confucio, Mahoma,..— habló potente.
— La religión minimiza el trauma, siempre es algo de lo que puedes tirar, pero morir sigue siéndolo, sobre todo si es una accidente.
El hombre joven pensó en cambiar radicalmente su línea de pensamiento para convencer a Manuel y bajó su tono de su voz.
— A ver Manuel, ¿por qué estas vivo?
— No sé, ¿porque existo? ¡Cuestión de suerte!
— No hombre, olvídate de las cosas grandilocuentes que has aprendido en los libros, ¿tienes madre?¿y padre?
— Ya murieron.
— Eso da igual, ¿y porque crees que ellos decidieron que tu existieras, a pesar de que sabían que te condenaban a muerte? — Su decisión, su muerte y el nacimiento de los dos antes, ¿no te das cuenta que la existencia depende de la muerte, de la no existencia?
— ¿Me estas diciendo que no podría nacer si no muriera? Un razonamiento fácil ¿no?— Manuel creyó que lo estaban engañando.
— Piénsalo Manuel, no eres tonto. ¿Cómo resolverías tú este dilema?
La habitación en donde estaban no tenía puertas ni ventanas, y los dos estaban sentados en grandes sillones. La Luz era blanca y potente. Su conversación no podría haber sido oída por nadie. El joven, el que hablaba más fuerte, se levantó airadamente. Había usado la semilla de las religiones para resolver el tema de la muerte, también había relacionado las religiones con el sexo, con el tema de la vida y siempre pensó que estas dos cosas fueron una magnífica idea suya. Sabía que generarían polémica. No fue capaz de encontrar lo que buscaba: el agradecimiento de su creación.
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