lunes, 13 de agosto de 2018

Crucero

Grandes cuerpos de Castafiore con trajes elegantes o casi inverosímiles para la piscina. Caras mayores con su nariz aguileña como si fueran a dar un recital de bel canto, o jóvenes con cabezas grandes o pequeñas, guapas o feas, generalmente horteras (define hortera) con sus hijos detrás y sus maridos barbudos y orgullosos de poder haber venido aquí. Manadas de jóvenes con las hormonas a flor de piel confirmando que la raza humana tiene futuro, a pesar del cambio climático. Algunos pelos de colores reflejan nuestra diversidad o simplemente las ganas de no ser uno más.

Un espejo en el techo se empeña en demostrar que lo que se ve es real, mostrando la vida de debajo.

La piscina exagera el murmullo que hace la gente, casi siempre la prueba de que estamos en el sitio correcto, hasta convertirlo en un espectáculo desagradable: ruido, y que casi define eso de ser hortera. La reserva del espacio es parecida a la de cualquier hotel: vas mucho antes, pones tu toalla y la “tumbona” parece que será tuya para toda la vida.

Mar, veleros, playas, casas, todo lo que se ve es casi igual que lo que has visto en todas partes. Parece que somos capaces de repetir algo muchas veces, aunque no le pongamos rostro ni nombre.  Algunos niños deben ser ajenos a la realidad, porque se oye como lloran, se quejan (no entiendo porqué razón están aquí).

El comedor marca la diferencia entre ser sociable o no serlo y la comida demuestra que estamos en un crucero en el Mediterráneo, todo sangre y orgullo, temperamento le llaman, creo. Muchas experiencias demuestran la diferencia entre el norte y sur, casi inconsciente atesorada en el tiempo.

Los empleados, casi la mitad que los clientes, se notan ilusionados con lo que hacen, los camareros, las bailarinas, los animadores, todos haciendo esfuerzos para que alguien se fije en ellos para que los saque de aquí y continuar con su vida, este es solamente un paso más, aunque en algún caso, no todos son jóvenes, uno saca la conclusión de que su vida de esfuerzo terminará aquí. El barco se abre para ellos como una pista más del escenario de la vida. Me pregunto si ese tipo de gente existe, si vienen aquí y si tienen la capacidad de cambiar la vida de alguien llevándola de un sitio a otro.

Testigo y experimentador de una realidad que es de lujo y todo lo contrario a la vez, viendo la cantidad de gente que está con nosotros y que piensan igual que yo: ¡vaya lujo! Soy uno más de la “marabunta” que ha hecho caso de los anuncios o de lo que ha oído por ahí.


Es una experiencia que es necesario vivir, como un día en Nueva York, o una noche en Las Vegas o un fin de semana en Paris, o un momento en cualquier otro sitio. Ser espectador o testigo tiene algo de bueno: tienes los ojos abiertos y ... ¡estás vivo!, da igual en dónde estés. 

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