Si alguna vez puedes disfrutar de la vida es cuando esta es nueva y la puedes estrenar. Y supongo que algo de nuevo tendría porque llegaron sus hijos. Libertad se llama alegóricamente su madre. Durante esa época tuve poco o ningún contacto con un mi hermano. Entonces él encontró a un nuevo amigo por el que yo me enteraba de su vida: mi padre.
Cada vez que iba a ver a mi hermano Juan a México, mi padre volvía más joven logrando invertir, misteriosamente el paso del tiempo. Supongo que sería por ver a sus nietos, o por la casa del malecón que Juan estaba construyendo, o por el jardín que mi padre, un jardinero y Juan estaban haciendo en la parte de detrás de la casa, o por el clima ¿un nuevo proyecto?. Tal vez fue porque mi hermano Juan supo compartir con mi padre lo que estaba viviendo y que mi padre necesitaba.
Se fue a veces sólo con su bastón, otras veces con mi madre, y pasaron momentos felices o muy felices a juzgar por la imagen casi bíblica y que he conocido ahora y que mi padre se ganó entre la familia de la mujer de Libertad. Ha tenido que ser la muerte de Juan pero ahora lo entiendo mejor. Mi padre siempre fue un hombre a quien el mal carácter, su único punto débil, parecía disolverse entre el clima y el mar del Golfo de México o su edad.
Nadie vive ahora en la casa del malecón, no hay jardín, un hotel con su construcción parada por alguna crisis económica impide ver todo el cielo desde el jardín. Un gran centro comercial, moderno, cercano, ha empujado a más gente a vivir cerca de la casa de mi hermano. Me enteré que un día el mar en forma de huracán ocupó la casa con el triste resultado de que ahora está sucia y deshabitada, como si el mar se la hubiera tragado. Desde entonces ni su mujer ni sus hijos han vuelto a vivir en esa casa.
Estuve hace poco en la casa del malecón y fue como si estuviera dentro de la película de Titanic y viera a la vez imágenes con fango superpuestas con otras de esplendor en forma de fundas de sofás que había hecho mi madre, limpias, nuevas y relucientes con el propio sofá que todavía las soportaba deshecho por el paso del tiempo.
Ahora los políticos han construido un malecón “civilizado” que protege la casa del mar, con el dinero de los ciudadanos, demasiado tarde.
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