Hace mucho que me he declarado enemigo de la rutina. En muchas situaciones nos encontramos muy cómodos, pero circunstancias extrañas pueden eliminar la rutina (el soprano y la tenor).
Viendo mis escritos se puede descubrir una sensación de cambio, de final o de modificación que no sé si acaba de gustarme.
La soledad, nostalgia o añoranza está presente casi siempre, y asociada en forma de malta, época de viajes, en la que he tenido la oportunidad de vivir una de las experiencias más grandes de mi vida: convivir con otras culturas. La definición de distancia, culpable de la soledad, es borrosa.
Algunos conceptos como realidad, sueños y destino, tienen diferentes nombres y están presentes en muchos escritos, y mi opinión acerca de lo que significa el destino es que este existe por sí solo y es imposible de alterar. Las decisiones apenas existen y siempre son forzadas.
Parece que la entera vida está para luchar contra la realidad, para pedalear siempre cuesta arriba y que, al final, lo evidente, lo básico es lo que queda. Da igual que el personaje piense que la vida tiene un secreto y se esfuerce en encontrarlo, al final, resulta que el secreto solo es el camino y poder contarlo. “…Y un día descubrió,…, que el secreto eran las historias que contaba”.
Los personajes se emocionan y viven, el taxista charlatán, la mosca, la comida, el Panameño del sancocho. los mexicanos de Guadalupe, Mario, el Pricipito,...
Los lugares también son importantísimos. Cada uno de ellos ha sido capaz de emocionarme, de crear recuerdos Cots Rica, Bogotá, la calle Lerma,...
Algunas expresiones como las brasas, que solamente se ven cuando soplas, le dan temporalidad a todo.
Mi adolescencia fue feliz, normal, tranquila y nostálgica. Recuerdo ser uno y después ser otro, pero no el cambio (Me gusta el texto de La Pelirroja).
Ahora hace calor, acabo de cenar, otra vez estoy lejos de casa, muy cansado, otra vez sólo, pero mi cabeza es incapaz de no hacer nada.
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