Robert
Palmer vivía en Harstad, un pequeño pueblecito en la costa de Noruega. Vivía en
una apartamento con su mujer y su hija. Con la humeante taza de café miraba
desde su ventana el resto de las casitas de colores que miraban al mar. Harstad
se estaba convirtiendo en un lugar perfecto para ver ballenas. Este verano
tenía aseguradas las excursiones de todos los días, le iba bien. Había podido
arreglar su barca en invierno y estaba listo para hacer su negocio.
Ciertamente
en invierno había poco que hacer aparte
de mirar internet e ir al supermercado. Pero cada año el invierno duraba menos
y Robert recibía a mas turistas para llevarlos en su barca para ver las ballenas.
En los atardeceres de verano podía ver auroras boreales con todos sus colores.
A él, particularmente, le gustaban más que las ballenas. Vivía feliz y no entendía bien eso del cambio climático que veía en internet, a él le iba muy
bien.
Si le preguntas
a un taxista en México acerca de los límites de las matriculas pares e impares,
te contará lo que pasó hace diez años y de cómo los pocos pajaritos qué
quedaban en Ciudad de México empezaron a caer muertos al suelo. La
contaminación había empezado a mostrar sus efectos.
Shot suan
iba a trabajar a la fábrica americana de prendas deportivas. Como parte de su
uniforme llevaba un protector en la boca colgado de las orejas que minimizaba
la contaminación de Shangai que, en los días que no llovía impedía ver los
modernos edificios del centro.
En Madrid
y Barcelona cuando pasan varios días sin llover, el ayuntamiento tiene que
restringir el trafico, un contrasentido de lo que ha justificado el crecimiento
de las grandes ciudades: el tráfico de personas y mercancías). De hecho todas las grandes ciudades del orbe
han tomado medidas contrarias a lo que las ha hecho crecer.
Una de las
cosas que debemos hacer es reducir el crecimiento de las grandes ciudades.
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