Tenía un chófer en Ciudad de México que me explicó que empezaron a poner restricciones de circulación con matriculas pares e impares cuando los gorriones empezaron a caer muertos sobre el asfalto. Supongo que deberíamos agradecer que nuestra alcaldía haya actuado con responsabilidad, para evitarnos daños.
Yo no me creo que una gran superficie o una cadena de supermercados vaya a aceptar vender solo la mitad de lo que vende porque haya restricciones por polución. Antes apretaran a sus empresas de transporte para que rescaten sus camiones con la matricula adecuada, aunque contaminen el doble. No creo que contaminen menos.
Yo no me creo que un autónomo que tenga una empresa de catering vaya a rechazar un desayuno en día de matricula par o impar. Pagará el impuesto de 90€ y se lo cargará a su cliente, contaminará igual.
Yo no me creo que una empresa que vende por internet reduzca a la mitad sus ingresos. Antes organizará sus repartos para repartir lo mismo en días alternos de acuerdo con sus empresas de reparto. Contaminará igual.
Las ciudades existen por algo y la única solución a los problemas que plantean que no es viable aplicar es la de eliminar las ciudades, reduciendo la movilidad de personas o mercancías.
Hay casi 4 millones de automóviles en Madrid, somos unos 5 millones de habitantes en la zona metropolitana. La EMT tiene unos 2.000 autobuses, el 30% no son de gas y solo el 1% son eléctricos. Hay unos 16.000 taxis en Madrid. Me imagino que existen OTRAS empresas de autobús para transportar gente a la periferia, no incluidos en estas cifras. Algunos vehículos se usan para transportar personas y otros para transportar las mercancías que estos necesitan.
No es posible limitar la cantidad de mercancías que se mueven, por definición, pero sí hacerla más eficiente. Limitar las licencias para fomentar la entrega en puntos concretos y no en domicilios (dobles entregas, incremento del tiempo de un motor en marcha). Obligando a fusionar las entregas a determinadas empresas.
Se puede reducir la contaminación que genera un vehículo, cambiando poco a poco los que contaminan más, ayudando a la compra de híbridos o eléctricos, dificultando la antigüedad del parque, normalizando los taxis, poco a poco, o hablando con uber, para que ninguno sea contaminante. Invirtiendo en sistemas de recarga eléctrica.
Las inversiones en suburbano son caras, pero tal vez sean imprescindibles, ¿se pueden hacer más eficientes? ¿Tenemos suficientes?
Y si, a pesar de todo, es imprescindible reducir el tráfico, hacer que los DNI pares no paguen el transporte publico los días pares, porque así, la alcaldía dará ejemplo, demostrando que puede funcionar con la mitad de sus ingresos.
viernes, 30 de diciembre de 2016
lunes, 19 de diciembre de 2016
Sigue leyendo (II)
Cuando de pequeño iba con mis padres por la calle, me sorprendía ver a otros niños pidiendo limosna por las esquinas. Siempre me preguntaba porqué sus padres no estaban con ellos.
Creo que tengo muchísima suerte de haber nacido en donde lo he hecho y de haber recibido la educación que he recibido, lo que me ha permitido no tener que pedir para comer.
Ojalá que no hubiera gente con este problema.
Me produce rechazo darme cuenta que alguien se aprovecha de desgracias como la de Nadia, que padece una enfermedad incurable, sobre todo porque parece que quien se ha aprovechado en este caso no ha sido ella sino unos padres que la han puesto a pedir para su propio beneficio.
Esto no habría podido suceder si no existieran las redes sociales, o alguno de los periodistas que han tratado este caso hubieran hecho una mínima investigación en lugar de dejarse llevar por cuevas en Afganistán o generosos científicos que guardan celosamente sus conocimientos, cosas que, simplemente, llenaban de minutos la televisión y de líneas los periódicos.
Recientemente he leído una noticia en la prensa acerca de alguien a quien yo enseñé todo lo que sabe. En la noticia esta persona hace suyos mis méritos, todo lo que yo hice lo hace él, sin explicar que el mérito no es suyo y que para que él exista tuvo que haber una gran traición sembrada de cobardía que ha causado daño a mucha gente.
¿Y cual es el nexo común? Pues que el periodista que hace de altavoz a los falsos logros de mi ex-amigo no se ha molestado siquiera en saber de qué esta hablando, ni en intentar cómo ha hecho esto mi mejor ex-amigo. Para mi, mi-examigo es despreciable, pero en el buen hacer de los periodistas deberíamos confiar todos.
viernes, 28 de octubre de 2016
Lo que se ha hecho siempre
Yo pasé un examen de reválida. Recuerdo que estaba asustado, fue en un instituto fuera del colegio. No sé si a mi me sirvió para algo o no. Me imagino que la autoridad de entonces quería comparar el nivel de los colegios, pero esto es, solamente, una suposición. Por aquel entonces, las pruebas que comparaban el nivel de educación en España y el resto de Europa no existían. De hecho, ni siquiera Europa existía, para las autoridades que hacían la reválida.
Mis hijos estuvieron dos años en un colegio americano. Para mi sorpresa, en el colegio consideraban más importante que fueras capaz de explicar lo que sabías, que lo que realmente sabias.
Existen expertos en docencia, y seguro que los hay con más de una opinión. También existen los estudiantes, y en mi casa hemos tenido los mismos problemas que tenían mis padres. A mi me me asustaba sacar malas notas, y estudiaba para no ser un "zote". Si las sacaba malas me temblaban las piernas antes de enseñárselas a mi padre. Más o menos como ahora.
Si se quiere comparar el modelo con otros habrá que hacerlo y ya en Europa se han preocupado de eso. Presumo que los que están mejor cualificados para saber si mi hijos está bien educados o no son los profesores y sus colegios. Les ponen montañas de deberes y de exámenes, los evalúan trimestralmente, anualmente,... Ellos son los responsables.
Mi sentido común me dice que comparar los resultados de un método único de educación solo se traduce en evaluar la capacidad de los educandos. No se me ocurre cómo una reválida puede mejorar la educación, ni fomentar el esfuerzo de los estudiantes.
Yo no entiendo de sistemas educativos (estudiantes, docentes, contenidos, método, evaluación,...), y presumo que hacer uno bueno o definir el mejor no debe ser trivial.
Hemos votado dos veces lo mismo para que nuestros políticos se sienten entre todos y definan el mejor sistema educativo que sean capaces, por difícil que sea. Llevamos 40 años de democracia y durante este tiempo nuestros políticos no han sido capaces de ponerse de acuerdo en ningún método.
Tengo claro es que en todas las decisiones que he tenido que tomar en mi vida, he puesto bajo sospecha "lo que se ha hecho siempre".
¡40 años, más de una generación!
viernes, 14 de octubre de 2016
Para Esther
La vida es como es, difícilmente se puede cambiar, hagamos lo que hagamos, incluso poniéndole todo el esfuerzo y la energía que tengamos.
Me han dicho que tu padre ha muerto, lo siento mucho.
Recordarte me hace pensar que la única recompensa verdadera que tenemos en esta vida son los buenos recuerdos que vamos amasando con el paso del tiempo.
lunes, 10 de octubre de 2016
Preguntemos a los militantes
En Gran Bretaña, un país muy alejado de andarse con ligereza, su primer ministro, cansado de soportar a los escoceses, les consulta si quieren seguir siendo dependientes del Reino Unido, amenazándoles que si eligen eso también quedarán fuera de Europa. Confiaba mucho en su pregunta y que le dejarían en paz para siempre,... Ganó.
Después, por la misma razón, les consultó a todos en Gran Bretaña si querían seguir siendo ingleses u otra cosa,... y perdió.
En Colombia, el presidente es capaz de llegar a un acuerdo, no sé si bueno o malo, acerca del final de una guerra. Sin tener obligación, le pregunta a la gente si el acuerdo es correcto, no si el fin de la guerra está bien, ... pierde.
En EEUU, de donde nace la democracia, no parece irles demasiado mal, pero la última vez que consultaron a los militantes, los militantes del partido republicano dijeron que su candidato era Donald Trump. No debería tener nada en contra de este señor ni de los militantes del partido republicano, pero la sola posibilidad que este señor pueda ser el presidente del país más poderoso de la tierra me produce algo parecido al desánimo.
En España, el PSOE, un partido político que tiene por objetivo ganar las elecciones, cambia ese objetivo por el de ser el más demócrata, elige un candidato que no es capaz de separar el objetivo del partido de lo que quieren los militantes, y acaba casi hundiendo a su partido, pactando con sus adversarios (eso sí, dice que los electores nunca entenderían que no se aliara con sus adversarios).
Me pregunto qué pasaría si consultáramos a toda la gente si está de acuerdo con la televisión basura, o si preguntáramos si prohibir la televisión basura. Probablemente la gente votaría por la libertad de decisión en el primer caso, y ayudar a nuestro vecino para que no pueda ver televisión basura, en el segundo.
Se me ocurren muchas preguntas que tendrían una respuesta diferente de la realidad de nuestra civilización.
Hace mucho tiempo un líder político encontró la pregunta adecuada, de entrada no, que le permitió que los militantes decidieran lo mismo que él quería.
Si se quiere preguntar algo es necesario decidir a quién hacerlo, a los militantes o a los electores o a todo el mundo. La pregunta no puede ser la misma que conduzca a otra respuesta. Solamente es necesario preguntar si es obligado hacerlo. No entiendo que este tipo de preguntas no exija una participación mínima y un resultado claro, alejado del 50,1%.
Desde luego, preguntar es el último recurso del político incompetente.
Pedro Puig
Después, por la misma razón, les consultó a todos en Gran Bretaña si querían seguir siendo ingleses u otra cosa,... y perdió.
En Colombia, el presidente es capaz de llegar a un acuerdo, no sé si bueno o malo, acerca del final de una guerra. Sin tener obligación, le pregunta a la gente si el acuerdo es correcto, no si el fin de la guerra está bien, ... pierde.
En EEUU, de donde nace la democracia, no parece irles demasiado mal, pero la última vez que consultaron a los militantes, los militantes del partido republicano dijeron que su candidato era Donald Trump. No debería tener nada en contra de este señor ni de los militantes del partido republicano, pero la sola posibilidad que este señor pueda ser el presidente del país más poderoso de la tierra me produce algo parecido al desánimo.
En España, el PSOE, un partido político que tiene por objetivo ganar las elecciones, cambia ese objetivo por el de ser el más demócrata, elige un candidato que no es capaz de separar el objetivo del partido de lo que quieren los militantes, y acaba casi hundiendo a su partido, pactando con sus adversarios (eso sí, dice que los electores nunca entenderían que no se aliara con sus adversarios).
Me pregunto qué pasaría si consultáramos a toda la gente si está de acuerdo con la televisión basura, o si preguntáramos si prohibir la televisión basura. Probablemente la gente votaría por la libertad de decisión en el primer caso, y ayudar a nuestro vecino para que no pueda ver televisión basura, en el segundo.
Se me ocurren muchas preguntas que tendrían una respuesta diferente de la realidad de nuestra civilización.
Hace mucho tiempo un líder político encontró la pregunta adecuada, de entrada no, que le permitió que los militantes decidieran lo mismo que él quería.
Si se quiere preguntar algo es necesario decidir a quién hacerlo, a los militantes o a los electores o a todo el mundo. La pregunta no puede ser la misma que conduzca a otra respuesta. Solamente es necesario preguntar si es obligado hacerlo. No entiendo que este tipo de preguntas no exija una participación mínima y un resultado claro, alejado del 50,1%.
Desde luego, preguntar es el último recurso del político incompetente.
Pedro Puig
sábado, 1 de octubre de 2016
Estrategia
Estrategia
Un líder político es alguien a quien otros políticos escogen en función, sobre todo, de la cualidad del líder de adelantarse al ..."que pasara si...". Los líderes escogidos por los movimientos asamblearios o por militantes pueden tener o no esta última cualidad, y tener solamente la del ardor guerrero con el que defienden algunas ideas simples.
Tenemos una España dominada por dos partidos políticos, que alternan la acción de gobierno y de corrupción. El propio juego político hace que los dos partidos políticos se detesten, desprecien o ridiculicen las acciones del otro partido. Otros dos partidos surgen para sustituir a los primeros debido, sobre todo, a la corrupción instalada por los muchos años de poder de los primeros. Llamamos a esto el final del bipartidismo.
El PSOE escoge a un candidato en primarias. Este candidato en lugar de separarse lo más posible de su antagonista, se alía con ellos allá en donde puede, habla de ellos como si fuera posible un "gobierno progresista" común. Esto satisface a las bases, pero no tiene en cuenta el objetivo a largo plazo: ganar las elecciones, si es posible, con mayoría absoluta.
Los electores, cada vez más cabreados con los dos partidos originales votan al tercero y cuarto, convencidos que son iguales pero sin historias de corrupción y con líderes nuevos.
Si el PSOE quería ganar a su rival hubiera tenido en cuenta que después de n votaciones, el resultado es que seguiría gobernando el PP. Este es el único escenario al que hubiera conducido el "no es no". El "si es no" surgido de una negociación con el PP hubiera permitido elegir el momento de decir "no es no".
No aliarse con los rivales hubiera impedido que estos ganaran votos, y perderlos junto con el cargo de secretario general.
Se ha equivocado, no era bueno.
Un líder político es alguien a quien otros políticos escogen en función, sobre todo, de la cualidad del líder de adelantarse al ..."que pasara si...". Los líderes escogidos por los movimientos asamblearios o por militantes pueden tener o no esta última cualidad, y tener solamente la del ardor guerrero con el que defienden algunas ideas simples.
Tenemos una España dominada por dos partidos políticos, que alternan la acción de gobierno y de corrupción. El propio juego político hace que los dos partidos políticos se detesten, desprecien o ridiculicen las acciones del otro partido. Otros dos partidos surgen para sustituir a los primeros debido, sobre todo, a la corrupción instalada por los muchos años de poder de los primeros. Llamamos a esto el final del bipartidismo.
El PSOE escoge a un candidato en primarias. Este candidato en lugar de separarse lo más posible de su antagonista, se alía con ellos allá en donde puede, habla de ellos como si fuera posible un "gobierno progresista" común. Esto satisface a las bases, pero no tiene en cuenta el objetivo a largo plazo: ganar las elecciones, si es posible, con mayoría absoluta.
Los electores, cada vez más cabreados con los dos partidos originales votan al tercero y cuarto, convencidos que son iguales pero sin historias de corrupción y con líderes nuevos.
Si el PSOE quería ganar a su rival hubiera tenido en cuenta que después de n votaciones, el resultado es que seguiría gobernando el PP. Este es el único escenario al que hubiera conducido el "no es no". El "si es no" surgido de una negociación con el PP hubiera permitido elegir el momento de decir "no es no".
No aliarse con los rivales hubiera impedido que estos ganaran votos, y perderlos junto con el cargo de secretario general.
Se ha equivocado, no era bueno.
miércoles, 14 de septiembre de 2016
Tranpantojos
La primera vez que le vi era un atardecer de verano, con una temperatura inusualmente suave. Estaba en el balcón del segundo piso de un edificio que había visto sin mirar muchas veces. Llevaba un pijama azul. El edificio tenía forma de cuña y el balcón estaba en la pared estrecha de la cuña. La puerta de un restaurante en la planta baja, con sus farolas y su marquesina verde que apenas cabían en la fachada. La ventana del piso de arriba, dos balcones de cristal y metal estaban bien adornados por el arquitecto que los hizo, ahora con una buena capa de óxido. Las paredes laterales con cinco ventanas en cada piso. Cuatro pisos con los tranpantojos desdibujados.
Dicen que hay momentos en que uno ve pasar la vida por delante, momentos de paz en los que uno respira el clima, contempla los grandes castaños, disfruta de la temperatura y, si mira bien, es capaz de descubrir detalles que nunca ha visto y que alimentan eso que uno tiene pero no sabe y nunca parece sumar, pero hace la propia vida.
Pero claro, sí le he visto infinitas veces en la puerta del restaurante, con su pantalón negro y su camisa blanca, muy pequeña en comparación con su cuerpo. No me acordaba de él, o no lo reconocía. Probablemente porque no voy comer muchas veces a su restaurante. Recuerdo que siempre me sorprende cómo es capaz de mantenerse erguido porque el volumen de sus pantalones es muy pequeño y alargado en comparación con la camisa. Tal vez no es un buen reclamo, pero cuando hay aluvión de turistas en el pueblo, estos entran en cualquier parte y a cualquier precio con reclamo o sin reclamo. Así ha sido desde siempre, cuando el reclamo era su padre, cuando él empezó a trabajar de aprendiz, cuando su padre murió, cuando se peleó con su hermano y se quedó con el edificio y el restaurante de su padre, que parecía su tesoro.
El edificio no tiene ropa colgada. No se ve ninguna señal de vida excepto en la planta del balcón en donde él esta asomado y a la poca luz del atardecer brilla la brasa de una colilla periódicamente mientras él la chupa. Dos chimeneas se ven sobre el techo detrás, en la parte ancha del edificio. Probablemente ahí están las habitaciones en las que uno se puede sentar en el sofá frente al fuego y soportar los largos inviernos que, a pesar de la temperatura de ahora, también llegarán este año.
Por la mañana, al volver del paseo con el perro, mi hijo trae la noticia: ¡está lleno de bomberos! Me falta tiempo para terminar de vestirme y salir a la calle para ver la inusual actividad para la época del final del verano, justo a tiempo a tiempo de ver caer la última fachada del edificio, la más estrecha.
Ahora sé que soy un afortunado porque puedo ver pasar la vida. Que la vida a veces lo ve pasar a uno. Cuando eres desafortunado, incapaz de hacer otra cosa que lo que marca tu rutina: dar de comer al aluvión de turistas en el restaurante, subir a casa al terminar y, si la temperatura es agradable, asomarse al balcón para que te vea la vida. Si es invierno, sentarse delante del fuego hasta que pase. Y así día tras día, la rutina de la rutina, incapaz de añadir ningún otro aliciente más, que no sea la propia rutina. Y no tiene nada que ver con el dinero.
14/9/2016
domingo, 28 de agosto de 2016
Los balcones de La Bastilla
Hace nueve años el sistema económico estuvo
a punto de destrozar el sistema económico y llevarse nuestras vidas por
delante. Algunos pensamos entonces que todo iba a cambiar, no sabíamos bien
hacia dónde, que otra vez se iba a poner de moda el mérito, lo personal...
Ilusos.
Hoy nada ha cambiado, los mismos que miraban
la toma de la Bastilla desde los balcones, los que sostienen y son sostenidos
por el sistema económico, siguen siendo los mismos (los fondos de pensiones que
dominan el mundo civilizado) y nuestro sistema económico sigue siendo el mismo.
Sí, es verdad, todos aprendimos que las
empresas tenían que ser ricas, que si les sobraba gente tenían que despedirla
para restablecer el equilibrio de ingresos y gastos. La definición de una buena
empresa era aquella sostenible, capaz de generar suficiente dinero para
despedir y jubilar a sus empleados mientras ganaba dinero para sus accionistas.
Las administraciones públicas en Europa
hacían algo equivalente, sí no había dinero para pagar algo, esto se quitaba y
restablecíamos el equilibrio de ingresos y gastos.
Este era y, desgraciadamente vuelve a ser,
nuestro mantra. ¿No era mejor que los culpables del desastre lo pagaran, en
lugar de seguir mandando?¿es que no existían alternativas?
Imaginemos que las administraciones públicas
en vez de asustarse y poner todo el dinero en el sector financiero, que estaba
a punto de darle la puntilla al sistema económico, y analizar lo que podían o
no podían pagar, hubieran analizado lo que costaba hacer las cosas, y hubieran
intentado hacerlas más eficientemente, para que no tuvieran que quitar ninguna.
Imaginemos que los empresarios, a los que,
por cierto, antes se les llenaba la boca diciendo que su mérito era de su
gente, en lugar de despedirla, les hubiera pedido a sus empleados el mismo
esfuerzo de siempre, cobrando menos, él también, pero que encontraran la forma
de salvar la empresa.
Tal vez estas dos cosas lo hubieran cambiado
todo. Nuestro estado del bienestar que cuesta su dinero, pero que genera una
enorme cantidad de recursos para evolucionar y generar riqueza de muchos tipos
se hubiera mantenido (tal vez ir a la luna sí fue rentable). Seguro que
hubieran surgido algunos empleados que encontraran formas de salvar a sus
empresas, generando otro tipo de ingresos.
(Un
banco podría haber descubierto que tener más oficinas tal vez era más rentable
que la disminución de gastos asociada a la reducción de oficinas; o una línea
aérea haber descubierto que los salarios de los pilotos no podían bajar de un
límite, y por lo tanto los precios de sus billetes, so pena de que los aviones
se cayeran y no se volara; o tal vez una inmobiliaria hubiera vendido sus casas
a un precio razonable en lugar de generar una burbuja).
Sí, yo he sido un empresario que tenía una
plantilla de 60 personas que se quedó en 30. Nuestra idea era muy buena,
tuvimos mucho éxito. Después de la reducción no dábamos buen servicio, no
evolucionamos, nuestro equipo acabó cabreado y agotado. El resultado final no
fue muy bueno, hoy mi empresa ya no existe.
Muy poca gente se dio cuenta de esta opción,
y quien lo hizo fue arrastrado por las circunstancias. Esta muy bien escuchar
esto de que los grandes problemas generan grandes oportunidades, pero esta ha
sido una oportunidad perdida.
martes, 23 de agosto de 2016
De pueblo
Vivir en un
pueblo tiene sus ventajas, por ejemplo que el ritmo de vida no es frenético
como en
una gran ciudad, se vive más tranquilo, se dice, y seguro que los
trámites administrativos son más
fáciles. Sin embargo, desde hace siglos las
ciudades van ganado habitantes igual que los pierde el
entorno rural. Supongo
que será que los que se quedan es porque no pueden marcharse o dependen
del
turismo de una gran ciudad cercana.
Algunos
pueblos turísticos de España todavía no han
querido darse cuenta que dependen de la
simpatía con la que traten al resto del
mundo, y piensan que es el resto del mundo es el que va en
dirección contraria, o
son los demás los que tienen defectos, ellos no. Ellos no deben 10 millones
de euros. Creo que el refranero español habla de la viga
ajena.
Este es un
pecado muy normal, los catalanes quieren ser de su pueblo en lugar del de
todos, o los
ingleses del suyo. Los de pueblo quieren ser de su pueblo, el que
es perfecto, el que no tiene
defectos. Creo que alguien ya patentó esa idea en
el pasado y abogaba por los rubios de raza aria
a pesar de que él era bajito y con
bigote. Así que mi desprecio a aquellos que quieren ser de pueblo
porque no han
podido ver nada más en su vida.
Hay
determinadas cosas, como el Internet que convierte a cualquier persona en un
potencial
difamador que puede decir cualquier cosa, oculto en su nombre o en su
anonimato, que también se
puede. Las leyes, como siempre, han protegido la
libertad que tiene la gente en decir lo que quiera,
donde quiera y cuando
quiera. Así por ejemplo, yo puedo insultar a alguien por ser de un colectivo
que odie, porque no es de mi pueblo. Cuando el insultado acuda a
cualquier juez, éste
intentará localizar al ínclito que ha insultado y le
pedirá que se reafirme en su insulto. En ese
momento el señor juez ya sabrá lo
que han hecho el ínclito y el insultado, y actuará en
consecuencia.
Uno no sabe
quien puede estar detrás de un nombre en Internet. Uno puede deducir que tiene
problemas mentales porque mezcla sus insultos con su rechazo al botellón (eso a
lo que hemos
empujado a todos nuestros hijos, de pueblo o no), a los perros, a sus
cacas, a las suyas, hacia el
pis y todas estas cosas que en las fiestas de un
pueblo se hacen cuando la gente no es educada, sea
del pueblo o no, delante de
su casa o en cualquier otro lugar.
Yo no hablo
en nombre de nadie, ni en nombre de mi pueblo, ni en nombre de la ciudad que le
paga su sueldo, ni en nombre de mi perro, ni en el de ningún otro colectivo.
Tampoco me siento
insultado por este señor porque no es quién y cuando le diga
al señor juez que sí, que ha sido él
quien me ha insultado, espero que, si no
tiene pruebas, por lo menos le obligue a desdecirse de su
insulto por escrito.
Ojalá que la
mano que mece la cuna sea algo más que
una película, aunque tenga problemas mentales.
¡Ojalá hubiera sido más
prudente!
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