Volvamos a los principios que nuestros padres nos enseñaron y pongamos por delante de cada una de nuestras decisiones la moralidad que aprendimos.
Que nuestros políticos vuelvan a pensar en sus electores eliminando la inmoralidad que supone la corrupción y que entiendan sus decisiones como nuestras. El dinero es nuestro y la capacidad de decidir se la damos nosotros.
No necesitamos convertir nuestra opinión en la verdad. Otras opiniones, aunque sean diferentes de las nuestras, la enriquecerán. Tenemos que ponernos al otro lado de la mesa y volver a sentir placer en debatir. Recuperar el placer de convencer, si es posible.
Recuperar nuestra privacidad e intimidad, aún a costa de que nos cueste algo. Es algo que hemos conseguido muchos, con mucho esfuerzo, durante mucho tiempo. No consintamos que mantener la comodidad avale ser espiados.
Pongamos en duda nuestro sistema político que ha generado gobernantes que hacen leyes que nos quitan libertad. Las normas parece que nos igualan, pero solamente evitan lo diferente.
Busquemos otra vez una ilusión común, a la que todos podamos contribuir. Volvamos a mirar a los problemas de verdad a la cara para ver si esos, que son de todos, nos motivan.
Busquemos líderes, hagamos más fácil que sean los mejores los que nos dirijan.
Volvamos a confiar en el ser humano y en su ansia de superación para hacer mejores las cosas que nos rodean. Los mejores y el mérito deben volver a nuestro mundo.
lunes, 30 de diciembre de 2013
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