Ahí fuera hay un mercado: una montaña de gente que consume los productos de una empresa o de su competidora.
Los ejecutivos de estas dos empresas cobran un bonus, en función de la cuota de mercado que consiguen, y pasan día y noche para mejorar sus productos y servicios.
Hacen presupuestos de marketing, y contratan cada uno a la mejor empresa de publicidad (entre estas también compiten), para convencer a los consumidores de que sus productos y servicios son mejores que los de su competidora.
Contratan a otras empresas que tienen conocimientos y herramientas para mejorar los productos y servicios que producen, al menor coste posible.
Mientras tanto, los financieros de cada empresa se empeñan en buscar a los mejores especuladores, blandos (bancos) y duros (fondos, swaps, etc.), para hacer más rentable el dinero que tienen, y más barato el que necesitan.
En 'La Bolsa' analizan lo novedoso de los productos, su cuota de mercado. Miran el dinero que las empresas ganan (en general, una buena medida de lo bien que lo hacen las empresas), e invierten para alimentar a los especuladores.
Los directivos hacen planes. Intentan innovar: ahorrar costes; incentivar a sus comerciales para vender más; le piden a sus financieros que busquen dinero para hacer nuevas inversiones cuando creen que servirán para ganar a la empresa competidora.
La competencia es feroz. El mundo empresarial, la economía de mercado, evoluciona gracias a la competencia.
Pero eso ya no es verdad.
La montana de consumidores ya no esta.
Los especuladores ya no pueden ganar dinero: la bolsa se ha hundido y nadie se fía de swaps ni de cosas por el estilo.
Los financieros han tomado el control en las empresas. Se trata de ser prudente. Hace mucho tiempo ellos eran los más prudentes, ahora lo ha recordado. Y los bancos han recordado que solamente prestaban dinero a quien tenía dinero (¿suerte que lo hayan recordado? ¿suerte que lo olvidaran?).
Ningún ejecutivo está pensando qué puede hacer para mejorar su empresa con respecto a su competidora. Saben que ellos tampoco están haciendo nada. La auto complacencia que transmiten los financieros, de saber que su empresa es la mejor, hace el resto.
Las empresas que venden a otras están desapareciendo. Pronto lo harán los ejecutivos, empezando por los de las empresas proveedoras de otras ¿para que sirven ahora?
Los directivos ya no se atreven a pedir a sus financieros que busquen dinero, ahora solamente preguntan si lo tienen.
¿Cuando lleguemos a una cuota de paro determinada no será seguro ir por la calle?
Y con la desaparición de los ejecutivos trabajando, la montaña del mercado se seguirá reduciendo. De nada servirán las inversiones públicas. Los que van a hacer los trabajos, los que se 'beneficiarán' de la inversión pública, son un número importante de la montaña, pero no tan importante en dinero. Y, además, por definición, se trata de trabajos en un mercado en donde no se priorizará en función de dónde son necesarios los recursos, sino su esparcimiento sin criterio mas que el de su gasto (sin competencia).
Ningún gobernante en el mundo se ha dado cuenta de que algo está mal.
Cuando las empresas des localizan, lo que hacen es sacar provecho de la no existencia de unas condiciones mínimas para todos.
Esto es fruto del inevitable desequilibrio entre países, pero también lo es la inexistencia de un control global de un mercado global.
Ningún gobernante se ha dado cuenta por eso, porque son gobernantes y no políticos, porque gobiernan en países, localmente y, por último, porque más allá de 8 años es un plazo que no les importa los más mínimo.
Puede ser que los especuladores vivan de las rentas; también, que las inversiones públicas den algún fruto; también, que la capacidad de liderazgo del único político que existe, en la primera potencia mundial, genere algo de confianza.
Si pasa todo eso, a la vez, entonces cerraremos esta crisis en falso, pero estaremos sólo algo mejor que ahora, nunca mejor que hace un año, y sensibles a cualquier error o falta de control de un país o de una empresa importantes.
Alguien o algo tiene que corregir los desequilibrios y hacer crecer la montaña del consumo. O convencer a todos de que existen retos que puedan ocupar el papel de la competencia.
Pedro Puig
domingo, 25 de enero de 2009
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