jueves, 4 de marzo de 2010

Si quieres llegar, pide un taxi.

Desde que estoy viviendo en este lado del Atlántico,  dispongo de tiempo para pensar, de otra manera, mi actividad por defecto es trabajar. Cada día tengo más ganas de entender las diferencias enormes que existen entre Europa y América Latina.
Estos días estoy en España. Ayer no tenía coche. Llamé por teléfono a un taxi, me respondieron en segundos, el taxi estaba en la puerta de mi casa en apenas 10 minutos. El taxi tenía aire acondicionado, era amplio y me llevó por un camino bien asfaltado hasta mi oficina, unos 15 minutos. La cuenta fue de 14,5 euros y la pude pagar con mi tarjeta de crédito.
Para que se pudiera dar una sucesión de acontecimientos como los que describo se tuvieron que conjugar muchos factores. 
La línea de teléfono instalada en mi casa funciona. Esto significa que una compañía privada es capaz de instalar un teléfono en mi casa y mantener la red en condiciones para que funcione siempre.
Existe más de una compañía de taxis a la que llamar. La competencia entre ellos hace que tengan suficientes números y puestos de respuesta para contestar en segundos, otra vez una compañía privada. Obviamente, para que el taxi esté en mi puerta en 10 minutos, no he llamado a una parada de taxis en donde los conductores esperan para hacer un servicio, sino que por radio ha localizado al más cercano a mi casa que acabara antes. No sé si solamente preguntan por la radio, o si los taxis disponen de GPS conectados con un sistema central, para saber en dónde están. El taxi tenía aire acondicionado y era amplio porque la compañía de taxis gana dinero.
El asfalto lo pago con mis impuestos, todos los años. La circulación es ordenada porque todos respetamos las normas de la circulación. Con mis impuestos también pago para que me multen a mí, para que las cumpla. Como compensación, solamente tardo 15 minutos en hacer el recorrido, y el riesgo de que me atraquen en el trayecto es prácticamente cero.
Con lo que cobro por mi trabajo, menos los impuestos que pago, puedo pagar al taxista sin problemas. La carrera es 14 veces lo que cuesta un café, más o menos el doble de lo que cuesta una hamburguesa en Mc Donalds, algo menos de dos veces una entrada de cine.
Mucha gente puede sobrevivir en España por algo más de 1.000 euros al mes.
Si en América Latina intentas hacer lo mismo te encuentras lo siguiente, en México, por ejemplo.
Puedes llamar  por teléfono, eso funciona bastante bien. Si usas un móvil te puedes encontrar con alguna dificultad pero, en general, funciona bien. Si pides un taxi normalmente agarra el teléfono alguien que está en la parada y te envía un taxi. Con desesperante frecuencia te encuentras con la respuesta de “no tengo unidades en este momento”, y tienes que bajar a la calle y tomar uno que pase por delante. El gran número de taxis de la Ciudad de México hace que en menos de 10 minutos, normalmente, estés subido a un taxi.
El camino a destino es realmente incómodo. Por supuesto sin aire acondicionado en un coche en el que apenas te caben las piernas, normalmente muy, muy viejo. El camino no está muy bien asfaltado, se diría que para hacer el viaje más distraído. Según me comentan, aunque no me haya pasado nada todavía, las posibilidades de atraco existen. Nadie respeta las normas de circulación y esto, unido a la cantidad de coches, hace que una carrera equivalente a la que he descrito antes dure el doble. Obviamente aquí paga impuestos una pequeña parte de la población y, si te multan, siempre puedes discutir con el policía y comprar la multa por menos dinero.
La carrera cuesta como 15 pesos, algo más de un dólar de los Estados Unidos, algo menos de un euro. Si perteneces a la clase dominante, los sueldos son parecidos a los de España y puedes pagar sin problemas. Si eres de la clase normal, entonces cobras muchísimo menos que en España.
Una entrada de cine cuesta como 100 pesos, 7 veces la carrera. Una hamburguesa de Mc Donalds, unos 70 pesos, 4 veces la carrera. Un sueldo razonable para la clase normal es de unos 20.000 pesos por mes. Los semáforos están llenos de gente intentando subsistir.

domingo, 28 de febrero de 2010

La espiral

Te levantas cada mañana buscando la forma de que este día sea mejor que ayer y,... 
Te levantas igual que te acostaste, no sabes si estás triste o si te falta algo, recuerdas que ayer estabas cansado de ser tú. Una cierta niebla o bruma sube desde debajo de la cama y te rodea haciendo más lentos tus movimientos.
La cama tienta a quedarse sin hacer nada. Tu cuerpo lucha y despacio, pero como siempre, se levanta y repite minuciosamente, hoy más que nunca, la rutina. Parece que la bruma desciende.
Mecánicamente, se abren los temas del día, la preocupación que debería ser de ahora, es solamente una parte del cuarto saliendo de la bruma. Y esa música que suena relajante, que parece querer ayudar.  Música. Único escape. 
Leer, ¿pero qué? El poeta en Nueva York, por ejemplo, no es ni poeta, ni puedes identificar Nueva York. Conjunto de palabras con música, puestas en orden para que canten, pero con difícil sentido. Solamente alguien con esa bruma subiendo de debajo de la cama, recordando la realidad enorme que vio ayer, lejos de casa, pudo ser capaz de decirlo, de escribirlo, o engañarnos. Porque cada poema podría llevar un día de interpretación, y eso hace imposible escribirlo. Sí, mascarón de proa de Manhattan; sí, brillos de espejos apuntando al cielo; sí, sonidos negros oscuros, llenos de luz… pero lo demás es la bruma y la genialidad de ser capaz de enlazar palabras y hacerlas cantar, y que parezcan decir algo, aunque sea poco, muy poco, escondido.
Escribir, ¿pero de qué? Y escribir acerca de poetas en Nueva York, y de cómo  resolver la situación de países que necesitan inversión y hacer las cosas bien, sin dar en el clavo del factor común del progreso, de la llave que permite cambiar la historia, o de colores.
Y otra vez con la careta puesta, a parecer lo que eres por el mundo, a contagiar entusiasmo, luchón, disimulando las ganas de descansar, de bajar de la rueda, de parar. Sonrisa pintada en la cara, cual payaso feliz, magistralmente representada, generadora de bruma, por la mañana.
Nuevos escenarios, nuevos protagonistas creados a base de conocer gente y gente, de explicarles mi papel aprendido, de representarlo, siempre parecido y la realidad se va agrandando tomando las dimensiones del viaje de avión, cada día más lejos cada día más amplio, cada día más visible.
Al menos disuelve la bruma después de unos minutos y es capaz de mantenerla a raya durante todo el día. 

El destino tiene Alzheimer

Muchos escritores han hablado de la fuerza del destino, del ‘continuum’ que es el universo en donde los creyentes creen en la mano de Dios y los no creyentes en algo que marca nuestro futuro.
En otros casos el futuro y el pasado cercano se combinan casi siempre para que nuestros actos nos conduzcan a una situación muy parecida.
Si hablamos de un destino ‘cósmico’, es decir, general para todos, parece que estamos embarrados en los agujeros que le estamos haciendo a nuestro mundo y que, tarde o temprano, serán irreversibles.
Si hablamos de nuestro destino político, la santa democracia que ha triunfado o está triunfando por ausencia de alternativas, el futuro también parece claro.
Una vez en la senda de todo esto, que parece razonablemente conseguido, ¿A dónde vamos?
En el mundo civilizado parece que hemos conseguido lo que queríamos. En España, casi se nos olvida que hace unos años teníamos envidia, éramos diferentes, y ahora somos uno más, sí, sí, uno más, con nuestros defectos crónicos  y ventajas por demostrar.
En Europa, y supongo que en USA, el primer mundo, seguimos con los mismos objetivos que se enunciaron cuando acabó la Segunda Guerra Mundial. Como diría Mafalda el secretario general de la ONU no se entera cuando hay problemas. 
Pero el mundo sigue igual, los ricos más ricos, los pobres más pobres, con las únicas dos diferencias de que ahora existe un tercer grupo de países, emergentes, y que ya no existe la enemistad ficticia entre dos bloques
De acuerdo o no, que nos afecte ya, a más corto o largo plazo, el cambio climático ha representado la única idea global de futuro, además de la globalización de los mercados, elegida por la racionalidad de las empresas.
No sé si será el Alzheimer. No creo que nadie con capacidad esté analizando cual es nuestro futuro cercano o a medio plazo. De hecho creo que ya nos hemos olvidado que somos una raza y que compartimos un planeta. Y el destino también.

jueves, 25 de febrero de 2010

Al Gore (English version)

If Al Gore's advisers had chosen the hunger in Earth, we would not be talking about climate change.
Fighting against climate change, believing in it or not, contributing to energy efficiency, to make our planet cleaner, being at the forefront of clean energy... is the smartest thing to do. These will contribute to development,  this is an utopia.
I imagine his advisers comparing pictures of glaciers falling on the blue ocean with pictures with flies around large white eyes, black bellies, swollen, fallen cows, and...
I can guess now we would be working all to save every Haiti in the Planet, before the earthquake.
The marketing does not forgive. It is also fair to say that we care, that we will all die in the future if we keep trashing...rather than saying a few would die tomorrow.
And it is not so beautiful.

I am not criticizing Al Gore. We need much more people like Al Gore in the world.


Al Gore



Si los asesores de Al Gore hubieran escogido el hambre en el mundo, hoy no estaríamos hablando del cambio climático.
Luchar contra el cambio climático, se crea o no se crea en él, contribuir a la eficacia energética, a hacer más limpio nuestro planeta, estar a la vanguardia de las energías limpias, es lo más inteligente que se puede hacer, eso contribuirá al desarrollo, es una utopía.
Pero claro, me imagino a sus asesores comparando imágenes de glaciares azules cayendo sobre el mar y comparándolas con las moscas revoloteando sobre ojos blancos y grandes, estómagos negros, hinchados, ganado muerto, y...
Supongo que ahora estaríamos trabajando todos por salvar a todos los Haití del planeta, antes del terremoto.
El marketing no perdona. Además, es lícito decir que vayamos con cuidado, que nos vamos a morir todos en un tiempo si seguimos ensuciando, en lugar de que unos cuantos se mueran mañana. Y no es tan bonito.
No es crítica, nos faltan muchos Al Gore en este mundo.

martes, 23 de febrero de 2010

Sin sentido; con sentidos

Las flores estaban preciosas a plena luz del sol por la mañana, temprano. Los pétalos blancos con los colores del arco iris al acercarse al botón central de cien colores donde predomina el amarillo. Una y otra, y otra más, orgullosas, altivas mirando al sol como intentando capturarlo, miles. Llamando a gritos a las abejas.
La casa estaba en el bosque, apenas se distinguía el color de sus tejas desteñidas entre los pinos, que crecían altos alrededor para ocultarla. Las paredes, de piedra, los escalones que el musgo había conquistado la disimulaban, igual que la sombra de los pinos… 
Solamente cuando cerrabas la preciosa cancela de madera, sin pintar, como el tronco de los pinos, se distinguía el cuidado jardín. Un pequeño estanque debajo de un pequeño chorro de agua, con lirios blancos, flores húmedas amarillas y rojas, con grandes hojas de tono verde y marrón rojizo.
Estaba a punto de tirar la toalla. La tarea que se había propuesto no salía adelante, a pesar de haber contratado a los mejores, a pesar de ser insistente, tenaz, persuasivo. A menudo pensaba en otros tiempos, en donde un solo hombre podía en verdad afectar el curso de la historia.
El coche giraba y doblaba bajando por las curvas de la estrecha carretera que discurría dando vueltas entre dos muros de piedras, estrecha y retorcida. Estábamos pendientes de aquel desvío, camino de tierra, detrás de la tanca de madera que nos debía llevar al mar…
La luz del mediterráneo casi obligaba a cerrar los ojos, deslumbrante. Pecado mortal no abrirlos para ver la cala a nuestros pies, la caminata había valido la pena. El mar en calma. El azul turquesa entre transparente y verdoso, con la arena del fondo reflejando las sombras de los peces, moviéndose en silencio. Los pinos hasta la pequeña franja de arena. Las rocas, sujetando a los pinos, genistas en flor, amarillas. Azul profundo, mar dentro, el horizonte con bruma por el calor.
No sé si atrae más el olor o sus raíces fuera de la tierra que se retuercen como enormes serpientes de piel rugosa para aguantar los troncos, intentando devorar la tanca construida de piedras blancas y grises, despacio, casi quietas. Hojas desordenadas con forma de mano de tres dedos, verde mate como corresponde a una higuera.
Él era un soldado convencido. Siempre había querido serlo. No entendía bien porque sus amigos se asombraban de sus deseos, hasta que lo vieron con su uniforme. Entonces la sorpresa fue suya al asombrarse de ver a otros sin uniforme.
No es poesía, son cristales opacos, por doquier. Cualquier cosa conocida se te hace pequeña al levantar la cabeza, doblar el cuello, con dolor, y mirar arriba: cristales espejos que apuntan a un solo punto en el cielo. Relaja mirar a los taxisamarillos que se mueven a tu altura, escaparates, colores y movimiento, Nueva York. Todo lo demás es pequeño.
Hace horas que el paisaje no cambia. Filas de asientos quietos en la penumbra. Algunos paseos silenciosos hacia atrás y hacia adelante por el pasillo. Las luces de las salidas de emergencia amortiguadas. El silencio solamente acompañado por el constante rugido de los motores que nos empujan hacia nuestro destino. 
El universo parecía desplegarse sobre un negro iluminado. La noche era clara y estaba medio tumbado en el balcón de Doña Rosita, la casa que alquilamos el pasado verano y este. Las estrellas que se veían, infinitas, eran puntos todos iguales, cada uno de diferente brillo, alguno que parecía moverse. Era de noche, no había luna pero el silencio así lo demostraba. La luz de las estrellas iluminaba la bahía. 
Las gafas de sol parecía que se iban a llevar mi nariz y mis orejas si intentaba quitármelas. Había mucha luz, pero el frio era glacial. Montones ordenados de nieve se apoyaban en las paredes de las casas. Las terrazas de los bares estaban detrás de los cristales. Todo el mundo parecía saludar el sol, como las abejas.

domingo, 21 de febrero de 2010

Tiger y el papel de lija

Leo las opiniones de alguien que respeta en derecho de Tiger Woods a tener una vida privada, quejándose de la repercusión de su conducta en los medios. Javier Aguirre ha dicho que vivir en México es peligroso, y se arma la marimorena por ser un ingrato, porque cobra de México. Mientras escribo, oigo a Frank Sinatra y me pregunto si es relevante la sensación que produce su voz, tan privada. Puestos a pensar, deseos, futuros, ausencias, cosas que hacer mañana, mías, no sé si más o menos importantes que Tiger; él sí, consiguió su sueño de ser alguien, el número uno, nada menos. ¿Seguro que era su sueño? A mí no me importa un carajo, por cierto. El mío ahora, no antes, no después, es ir a pasear por Reforma a que me dé el sol suave y lleno de luz de la ciudad de México. 
¿Qué es lo importante? ¿Qué nos hace levantarnos cada día? ¿Cambian nuestros sueños?
Ahora parece que la política en España, tema aburrido, “de pueblo”, ya lo sé, así se ve en la distancia, es que nuestra caricatura de presidente ya tiene un argumento razonable: dejen de hacerme la caricatura y no digan que no a todo, ¡ayuden! Ya no es importante, demasiado tarde. ¡Haber sido más humilde!
Y Haití sigue sufriendo, pero no sale en la tele. Niños de caras achinadas, con estómagos negros hinchados,  hambruna, y moscas revoloteando a niños de ojos enormes en sus caras negras, no es Haití y por eso no sale en la tele. Porque la culpa no la tiene un terremoto, maligno sin rostro ante el que todos nos unimos y nos ponemos de acuerdo. La culpa de lo que está pasando en el mundo, de lo que no sale en la tele, es nuestra, de nuestros políticos aburridos, los elegimos nosotros. Ellos son “de pueblo”, no se dan cuenta de que el déficit, el consumo, la economía, la crisis, la gente y el progreso son la misma cosa y que la forma de arreglar nuestros problemas no puede ser igual que la única que saben usar y siempre acaba fallando: mirándose adentro y a los siguientes cuatro años.
La solución está en el verdadero problema, en esos países que por historia o por falta de cultura o por falta de recursos, son censurados de nuestra tele. Cuando en lugar del 0,7% de limosna políticamente correcta, a la que ni llegamos, digamos: vamos a hacer un negocio con este país, le vamos a ayudar en TODO. Vamos a construir desinteresadamente sus comunicaciones, vamos a construir su sanidad para que no se mueran, les ayudaremos para comenzar a construir su cultura, no hablo de toros o de ablación de clítoris, sino de la educación, de la ética y de todos los valores presentes en cualquier religión, a enseñarles lo que hemos aprendido, los derechos humanos, que nada es absoluto, ni siquiera la democracia,… ni la religión. Que se trata de hacer bien las cosas, desde gobernar hasta hacer buenos agujeros para tumbas, hasta cuidar flores,... 
No demos limosna, hagámoslo por interés, es la única forma en la que puede funcionar. Votemos a políticos que nos salvarían en una situación de peligro, gente excepcional, con ganas de arreglar el mundo, que sueñen con un estado mundial federal. Gente capaz de ponerse y ponernos utopías como metas.
A veces los domingos por la mañana el papel en blanco se hace papel de lija, o papel de seda que se destruye o lo pierde la más mínima brisa.  

sábado, 20 de febrero de 2010

Arráncame la vida

Ya hace días que he terminado de leer el libro y todavía no salgo de mi sorpresa. La razón de que lo comprara fue el fragmento que escuché en un taxi, y mi imaginación se prometía un personaje femenino rebelde, excepcional, un héroe más para emular.

Supongo que mi opinión no tendrá nada que ver con la de un crítico literario, pero…

El libro es muy bueno, se lee solo. La historia es muy buena. Lo mejor es el personaje de Catalina. Es fantástico ver como un personaje es capaz de no ser excepcional ni exagerado, como suelen ser los protagonistas de los libros. Es curioso como Catalina narra, pero no es la protagonista. La historia es la de un hombre, no la de una mujer. El libro empieza con la aparición del General Ascencio y termina con su muerte. La historia es la de una clase de una sociedad, no sé cuánto de real y cuánto de inventada. Si fuera real es machista, egoísta, sexualmente liberal, corrompida, revuelta como los tiempos de cambio que vive.

Primero, Catalina acepta la realidad que no conoce, ávida de conocer, acepta la que va conociendo, disimula la que no le gusta cuando la conoce, sigue la corriente y desempeña el papel a la altura de su personaje de Esposa, ignora la parte de la realidad que no puede aceptar (el general es un asesino), y disfruta exageradamente cuando se sale de ella y pasa de objeto a amada o amante.

Catalina es una mujer con los pies en una realidad, que se va haciendo verdad con el paso del tiempo; una realidad que empieza por inexistente a los 15 años y acaba en el momento en que su esposo muere, toda una vida.

Se pueden inventar seres excepcionales, puesto que están en nuestra imaginación y en nuestros deseos. Catalina, en contra de lo que yo pensaba antes de leer el libro, no es un héroe. No cambia la realidad sino que la hace aceptable. Es mucho más difícil dibujar un personaje así, con reacciones normales. Sufre con su vida, compensa las injusticias que puede, busca salir. Es más próximo a nosotros, más real.

No dudo que muerto el general, la vida empiece para Catalina, pero ella jamás le haría daño a su esposo, a su vida.

Un día me preguntaba cómo compatibilizar el placer de leer con el de haber leído. Cómo hacer para filtrar lo que uno lee, para que sea tan bueno y tan largo, como el tiempo que uno disfruta después de haber leído algo bueno,… experiencia, me contestaron,... imposible, me dijeron. Si a alguien le sirve, “Arráncame la vida” es de los libros que hay que leer.  ¡Olé! Ángeles Mastretta, te seguiré leyendo.

Comentario dedicado a los del Silabario, de Puerto Libre, el blog de Ángeles Mastretta.